Pensiones: la harina y la mohína

Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

ELOY ALONSO | reuters

15 mar 2018 . Actualizado a las 07:22 h.

Enhorabuena a viudas y viudos, a mayores de 80 y a quienes cobran las pensiones más bajas: en ellos se ha fijado la autoridad. Y son los únicos, por el momento, que van a ganar algo más. No sabemos cuánto, porque esas cuentas las tienen que hacer Báñez y Montoro, pero el presidente Rajoy les anunció una subida, con una contrapartida: que se aprueben los Presupuestos del Estado. Si no hay y se prorrogan los del año pasado, es posible que se queden como están. Es una jugada para cargar sobre los partidos del «no» la responsabilidad última de la congelación. Pero, bueno, al menos han entrado en la agenda del Gobierno. Si tiene voluntad política y le sobran unos eurillos, siempre podrá hacer un decreto.

Y eso es todo lo que hubo de promesas en el que iba a ser «el debate de la legislatura» y se ha quedado en el debate entre el realismo y la utopía. El realismo lo puso Rajoy, que llegó a la tribuna con sus folios rebosantes de números y pudo haber terminado su discurso con un solemne «señorías, donde no hay harina todo es mohína». Y harina hay la justa. La justa para que los pensionistas sigan cobrando y consolándose con el 0,25 %. La justa para ir tirando. La justa para poder decir: «Mientras yo sea presidente se seguirán cobrando las pensiones». El resto, eso de subirlas según el índice de precios, pertenece por ahora al mundo de la ensoñación.

Ya sabemos lo duro que es perder capacidad adquisitiva, y no hace falta que lo diga la vehemencia de Margarita Robles. Ya sabemos lo injusto que es ver cómo el Estado carga con las autopistas en quiebra, y cuadra muy bien con el discurso de Pablo Iglesias. Ya sabemos que se requiere repartir mejor el crecimiento económico, que le viene bien a Albert Rivera para tocar fibra social y que no le llamen el candidato del Ibex. Pero todos esos discursos chocan con la muralla de la realidad numérica: los datos que ha dado Rajoy dicen que no se puede afrontar el debate de las pensiones con el estilo de Blanche Dubois en Un tranvía llamado deseo: «No quiero realismo, quiero magia».

La confrontación vista indica que se ha roto una de las bases del Pacto de Toledo: apartar las pensiones de la batalla política. Demuestra que hace falta mucho ingenio para sostener el sistema y, al mismo tiempo, mantener la capacidad adquisitiva del pensionista en tiempos de inflación. Y demuestra que la guerra de las pensiones no ha terminado, como se podrá comprobar en las concentraciones alentadas por Pablo Iglesias desde sede parlamentaria. Hay millones de votos en juego. Y me temo que, a efectos de contienda política, esos votos pesan más que la realidad expuesta por Rajoy.