El triunfo de la mente

Jorge Mira Pérez
Jorge Mira TRIBUNA

OPINIÓN

15 mar 2018 . Actualizado a las 07:23 h.

De una mente muda. Su único hilo de contacto con el mundo era una máquina que le permitía sacar solo una palabra por minuto. Resulta paradójico que alguien tan impedido para comunicarse haya sido uno de los mayores comunicadores científicos del mundo: en el campo de la divulgación ha habido un antes y un después de su libro Una breve historia del tiempo. Junto con Einstein ha sido el científico más popular del último siglo. Carambolas de la muerte, resulta que Stephen Hawking se nos ha ido el mismo día (el día pi para el mundo anglosajón) en el que nació el padre de la teoría de la relatividad, en base a la cual obtuvo sus glorias científicas. Porque Hawking era más que el gran icono de la ciencia mundial. Cuando le concedimos en el 2008 el I Premio Fonseca del Programa ConCiencia no me cansé de recordar a los medios que era el Catedrático Lucasiano de la Universidad de Cambridge, un puesto que en su día había ocupado Isaac Newton. Una cátedra muy difícil de ganar. La había conseguido fundamentalmente por dos contribuciones: por sus teoremas que remataban el encaje del big bang en la teoría de la relatividad general (diciendo que nuestro universo tuvo que salir de un punto y que el tiempo transcurrido desde ese hecho hasta la actualidad era finito y podía calcularse) y por alumbrar la idea de que un agujero negro no es un sumidero sin fin, sino que expulsa radiación, una emisión que eventualmente acaba por hacerlo desaparecer. Logró este resultado haciendo que se besasen por primera vez la mecánica cuántica y la teoría de la relatividad general, dos visiones del mundo consideradas casi irreconciliables. Su socio en el primero de esos trabajos, Roger Penrose, ganó el Premio Fonseca en el 2011. Cuando vino a recogerlo, me habló de la fuerza de voluntad de Hawking para vencer los obstáculos que su condición le imponía para trabajar. Ayer vi que en el obituario que escribía para The Guardian destacaba otra vez ese hecho: Stephen Hawking es el símbolo del triunfo de la mente sobre la materia, sobre su cárcel de carne inerte. La gente era consciente de ello y por eso lo elevó a los altares. Durante su semana en Galicia pude comprobar cómo sus ganas de vivir inspiraban a las personas con problemas que se acercaban a su hotel simplemente para verlo. Su otro legado es haber servido de ejemplo de esperanza.