Una deriva violenta

César Casal González
César Casal AL ROJO VIVO

OPINIÓN

01 abr 2018 . Actualizado a las 09:45 h.

La frustración del deseo lleva en ocasiones a golpear. Y Cataluña está en esa etapa ciega en la que la marcha atrás o no existe o es muy difícil de aplicar

La Historia siempre es manipulada y es manipulable. La hay para todos los gustos y disgustos. Cómica y trágica. Se puede convertir una guerra de sucesión en una guerra de secesión y ya está. Se puede borrar el reino de Aragón y dejarlo en ¿reino? de Cataluña. Se puede hacer lo que uno quiera. Sucede en la cuestión catalana o amigo imaginario, como le llamó de forma muy cachonda mi compañero Luís Pousa en La Voz. Miles de catalanes, cientos de miles, creen en ese amigo imaginario del procés, aunque la justicia les deje muy claro lo contrario. Recuerdo que en el colegio un profesor siempre repetía como un mantra la misma frase cada vez que nos veía hacer el cazurro, o sea, el crío, en el patio: «Un día nos vamos a llevar un disgusto». El profesor tenía sus años y había alcanzado un nivel zen, también conocido en tratados de política como nivel o modo Mariano Rajoy. Ese nivel le permitía al docente no intervenir en las burradas que nos veía hacer. Que dos se molían a palos, él miraba hacia otro lado y repetía su mantra: «Un día nos vamos a llevar un disgusto». El disgusto llegó y un compañero utilizó la cara de otro como diana con unos dardos de verdad y se lo clavó en el ojo, justo en la esquina del ojo. Digamos que dio en el blanco, pero en el blanco del ojo. Manaba la sangre y a urgencias. El chaval no perdió el ojo por milímetros. Pero se cumplió el mantra del maestro y el día del disgusto llegó. La deriva violenta que va a más terminará por manchar de rojo la tinta de los periódicos: con el brochazo de la sangre. Demasiada gente con responsabilidad, Carod Rovira, Mas, Puigdemont... que solo se dedicaron a tirar hacia adelante, a hacer burradas o a mirar como otros las hacían. A hablar de que iba a llegar el choque de trenes. Y a seguir y seguir hacia el borde del acantilado. Solo que al borde del acantilado no había nada. Ni el mar. Ni vistas. El acantilado del procés es una cárcel como una catedral de grande. O exilios ridículos en pleno siglo XXI. El problema es que, como en el patio del colegio, los creyentes del procés están haciendo de todo.

La ficción se ha convertido en una realidad penosa: carreteras y autopistas cortadas con ruedas de coche ardiendo. Subdelegaciones del Gobierno asaltadas que tienen que ser protegidas por las fuerzas de seguridad (ahora también por los mossos). La frustración del deseo lleva en ocasiones a golpear. Y Cataluña, por culpa de quienes se han creído o se han querido creer una mentira gigantesca alimentada y multiplicada con dinero público, está en ese etapa ciega en la que la marcha atrás o no existe o es muy difícil de aplicar. Llegará una primera página con otra semana trágica, por distintos motivos, en Cataluña, aunque ya no estemos en 1909. La Historia se manipula y se repite.