Ya si eso

Luis Ordóñez
Luis Ordóñez NO PARA CUALQUIERA

OPINIÓN

08 abr 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Me fascinó el estupor, me sorprendió su sorpresa, con el que en el pueblo de Coripe, en Sevilla, recibieron el escándalo por la quema y lapidación de un muñeco que representaba a la asesina del niño Gabriel Cruz. Es una tradición tan alejada de la civilización contemporánea, el linchamiento en efigie, que resulta asombroso que cosas así sigan existiendo. No es el único, en la localidad madrileña de Robledo de Chavela también se apedrea a un pelele anual y hubo un cierto escándalo en 2016 cuando se le caracterizó como a Pablo Iglesias. En Robledo eligen al personaje los mozos, los quintos como si todavía existiera la mili para hacer toda la cosa como más casposa. En Coripe es un secreto quién será «el judas» hasta que sale a la plaza y lo vota la AMPA de padres de alumnos de segundo de la ESO, para que el esperpento sea completo. El alcalde del pueblo sevillano no se esperaba que fueran a elegir a Ana Julia Quezada, y dijo algo así como que pensaba que iba a salir Puigdemont.

La sorpresa. También estupefactos y también por Puigdemont se quedaron muchos cuando el tribunal alemán desestimó equipar el delito de rebelión germano con el español en la euroorden cursada para detener al ex president. La ministra de Justicia alemana, del SPD, hasta expresó públicamente su regocijo, puso en duda que prospere también la petición por malversación y señaló que quizá Puigdemont pueda ser «un hombre libre en un país libre», que por lo visto para Katerina Barley, España no lo es. Yo creo que mi país es bastante avanzado, es tolerante, minifaldero y le gusta la libertad y la igualdad como sólo la anhela quien ha carecido de ella por siglos. No niego que no es así para todo el mundo, y que está lleno además de reductos cuartelarios, nacionalcatólicos, que huelen a pis. La cuestión siempre ha sido tratar de eliminar esos residuos o abanderarlos como si fueran un pilar de la idiosincrasia y desgraciadamente al conservadurismo patrio ese el lodazal en el que más le gusta refocilarse.

En varias ocasiones he criticado el proceso soberanista catalán porque me parece reaccionario y supremacista, sus instigadores directos han actuado con una irresponsabilidad gravísima. Pero no me sorprende, ni me deja estupefacto, que haya voces en Europa que se pregunten cómo es posible que se haya llegado hasta aquí. La haraganería política de un PP entregado a la pachorra de Rajoy como súmumm de la estrategia se paga cara ahora. En buena medida este problema se arrastra por dejarlo pudrir sine die y sin ideas, con esa vana esperanza de gandul de que lo que no se soluciona solo queda olvidado. Para señalar aparte está la incompetencia manifiesta de un cuerpo diplomático del que realmente no sabemos a qué se dedica, porque es obvio que ha sido incapaz de promover la defensa de la legislación española ante la opinión pública internacional. El PP se hizo fuerte en España con un discurso beligerante no tanto contra el nacionalismo como contra cualquier intento de elaborar una identidad nacional heterodoxa y plural. Hoy es un partido residual en Cataluña y otros le comen la tostada cuando se hace evidente que su apariencia de mano dura sólo es fachada, no hay nada, sólo es pereza y nihilismo. Si Puigdemont es finalmente entregado a España sólo para ser juzgado por malversación a ver cómo se sostiene que otros encarcelados con menos implicación sean llevados a juicio por rebelión; es el balance de la holgazanería política de fiarlo todo al temor a la cárcel.

La cárcel. El miedo de estar tras las rejas. Eso y no otra cosa ha sido la que ha llevado a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes a una situación insostenible. No el suyo, por supuesto, sino el de un grupo de profesores y un rector entregados desde esta semana al sálvese quien pueda cuando han visto que se iban a comer un marrón de falsedad documental que no imaginaban pocos días atrás. Ciudadanos, partido que presume de regenerador y que firmó con Cifuentes un pacto de gobierno que recoge específicamente como motivo de ruptura falsear un currículo, avanza denodadamente a convertirse en cómplice de esta vergüenza. Cada hora que pasa se demuestra que sus compromisos no tienen valor, son baratos y baratijas. Los naranjas cambiaron de criterio sobre la prisión permanente revisable en un ataque de populismo. Todos sabemos jugar a ese juego, ¿con qué cara pueden mirar a los miles de españoles que se desgastan los codos de verdad, que se dejaron noches en vela en los estudios, con un enorme esfuerzo colectivo de toda la sociedad para luego tener que desplegar ese talento en otros países por falta de oportunidades aquí mientras sostienen a una copiota falsaria que compra sus títulos? ¿La demagogia mola menos cuando te la lanzan a ti a la cara o cómo va esto?

La universidad desprestigiada se llama Rey Juan Carlos como nuestro emérito. Pues nos tocó un tiempo extraño con dos papas y dos reyes y dos reinas, será por dinero. Nuestras monarcas tuvieron un encontronazo no público sino que se hizo público y se lanzó la plebe a discutir cuál de las dos había metido la pata. Periodistas cortesanos informaron después de que la Casa Real toma nota y no hará nada ¿qué van a hacer si no? Los mismos palanganeros que elogian la monarquía como el sistema mágico que nos protege aducen al minuto que sus querellas son los de una familia normal y corriente ¿en qué quedamos? Menudo lujo innecesario todo este tinglado para nada.

En la convención nacional del PP en Sevilla salió Rajoy al jardín del hotel para plantar un árbol conmemorativo o algo así. Estaba ya cavado el hoyo, y el presidente metió la encina en el hueco elogiando que es un árbol «muy español y bonito». No dio ni una palada, emplazó al líder popular andaluz Juan Manuel Moreno a que cogiera el aparejo, «Juanma, acaba tú el trabajo». Qué buen resumen de todo. A lo mejor he mezclado demasiadas cosas en el artículo, o no, como diría el presidente. Ya si eso.