La última noticia falsa

Carlos G. Reigosa
Carlos G. Reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

09 abr 2018 . Actualizado a las 07:55 h.

La última noticia falsa es que no hay noticias falsas o fake news. Es la nueva afirmación escatológica mundial. Si una noticia falsa revela su verdadero rostro de noticia falsa, entonces se empieza a calificarla de chiste, broma o simple coña. Pero las noticias falsas, se diga lo que se diga, han logrado ya un espacio entre las noticias de verdad, aunque nos cueste admitirlo. La realidad es tenaz y ahí están ellas, las muy falsas, paseando su cuerpo serrano por la política, la medicina o la economía, como si se hubiesen adueñado del espacio.

¿Y qué sucede cuando se descubre que son fake news, es decir, mentiras? Nada. Porque las noticias falsas ya se consideran parte del proceso informativo internacional, es decir, informaciones distribuidas esencialmente por pseudomedios ad hoc y otros emisores o transportistas más o menos lejanos. Oficialmente, esos contenidos -siempre interesados- se califican de paparruchas, engañifas, patrañas o majaderías. Pero no son esencialmente solo esto, ya que tienen un propósito claro de cambiar nuestra percepción de una realidad. Porque esas fake news influyen, desinforman, confunden y propagan mentiras atildadas de veracidad.

Y lo peor de todo es que ya se han incorporado al debate sociopolítico a todos los niveles (locales, nacionales e internacionales), sin que a los receptores les causen alarma. De hecho, la peor parte del problema es que el lector comulga con esas ruedas de molino, quizá porque siente que refuerzan o confirman su propio punto de vista y lo fortalecen frente a sus adversarios políticos o ideológicos.

Llegados a este extremo, ya podemos decir que tenemos una idea cabal del problema, y también una explicación de por qué sucede lo que está sucediendo. Los consumidores de noticias falsas no son crédulos idiotas, como algunos críticos manifiestan. Por el contrario, cuentan para alimentarse informativamente con aquellos medios que les facilitan lo que quieren creer, leer, ver o escuchar. Se podría decir que no están interesados en conocer la verdad verdadera, sino en alimentar sus convicciones y creencias. Y ya no les importa lo que nosotros llamamos la verdad, sino aquello que apuntala y acrecienta sus fervores y credos.

No estamos, pues, ante un receptor pasivo, sino ante un buscador de su propio alimento informativo, que le llega ya debidamente seleccionado y sazonado, y que satisface sus anhelos de conectar con la realidad que previamente ha elegido y que comparte con otras personas.

Que las noticias sean verdaderas o falsas, para ellos es irrelevante o simplemente no es la cuestión. La verdadera cuestión es mantenerse integrado en un grupo propio respecto de la transmisión de informaciones. Esta es la vía por la que se cuelan los grandes manipuladores y fabricantes de noticias falsas con propósitos de obtener beneficios económicos y políticos y/o supremacías ideológicas.