¿Sindicatos separatistas? Todavía no

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

Pilar Canicoba

17 abr 2018 . Actualizado a las 07:51 h.

«Traición», gritó un periódico desde su editorial al comentar la participación de los sindicatos en la manifestación por la liberación de los políticos presos. «Error histórico», dijo otro, también su editorial. Un tercer diario afirmaba: «Los sindicatos se manifiestan contra el Tribunal Supremo». Un invitado de Radio Nacional de España hablaba del precio del alquiler de la vivienda y se preguntó dónde estaban los sindicatos: «Deben estar defendiendo la independencia de Cataluña», se respondió a sí mismo. Hay tal clima de aversión a UGT y Comisiones Obreras en la opinión publicada, que al dar esa noticia de la manifestación ya informaban de cómo su independentismo les había hecho perder representación en los comités de empresa y una caída espectacular en su afiliación…

Pienso, por ello, que se impone alguna explicación. Esos dos grandes sindicatos no son independentistas. Por supuesto que no. Lo que ocurre es que tienen independentistas entre sus afiliados catalanes, y probablemente la mitad, como ocurre en el resto de la sociedad. Así como en el País Vasco hay un sindicato próximo a Bildu, partidario de romper con España, y absorbe a todo el movimiento obrero secesionista, en Cataluña no lo hay. Con lo cual, los dos sindicatos son transversales, con las tensiones internas que eso supone. Podríamos decir que la tensión entre soberanismo y españolismo se resuelve en una especie de turno: en unos momentos se impone una tendencia y en otros momentos la contraria. UGT y Comisiones Obreras, por ejemplo, impidieron la huelga general que se reclamaba para apoyar el procés, pero eso nadie lo recuerda, aunque hubiera sido una huelga política revolucionaria.

Lo auténticamente grave de la presencia sindical en la manifestación está en los mensajes que emitió. Algunos de sus dirigentes regionales asumieron el lenguaje de Esquerra, del PDECat y de la CUP: las decisiones judiciales no son proporcionadas, la prisión preventiva no es de recibo, hay presos políticos, hay exiliados, hay represión... ¿Qué significa eso? Que el relato construido por el independentismo triunfa y se extiende como una mancha de aceite. Y eso, aunque duela, no es un fenómeno sindical. Es un estado de opinión que avanza, y no solo por Cataluña, sino por Europa y por medios informativos extranjeros. Ese es el problema. Que los sindicatos hayan estado en primera línea detrás de la pancarta es desagradable, incluso deprimente, incluso indignante, pero no es más que un reflejo de la sociedad catalana y del cisma que se vive en las familias, en las empresas, en las organizaciones sociales o en la patronal.

Y el Estado sabe aplicar la ley, pero sigue sin encontrar el discurso que dé una réplica eficaz.