¿Por qué se inmola el Partido Popular?

Xose Carlos Caneiro
Xosé Carlos caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

18 abr 2018 . Actualizado a las 07:34 h.

Lo he meditado muchas veces. Finalmente, me he echado a reír. He pensado que el PP se está construyendo desde hace tiempo su propia tumba. Se suicida. Luego he desistido de la idea y he concluido que se trata de una estrategia que los profanos no percibimos. Ellos tienen sus arriolas, gentes capacitadas para la cosa de la asesoría, y todo responde a unos objetivos claros. Yo desconozco los objetivos. Y observando la realidad, vislumbro que no solo las encuestas dan la espalda a los conservadores, sino que la gente de la calle afín al PP ya no dice a su favor ni una palabra. Únicamente escuchas, cuando los hados son propicios, que esto solo lo arregla Feijoo. Y cuando los hados son aviesos, señalan el camino de la desesperanza: ni Feijoo podrá arreglarlo.

Luego de la introducción, que tal como dicta la preceptiva es necesaria para plantear un argumentario, me voy por los cerros de mi oficio y les hablo de Crimen y castigo, la novela del genio Dostoyevski. Dicen que es un romance sobre la culpa. Lo niego. Quizá porque he acabado teniendo entre mis admoniciones al protagonista, Raskolnikov. Dotado de alta capacidad moral e intelectual, deambula por la novela, tambaleante, luego de cometer dos crímenes por oscuras razones. Raskolnikov anticipa el superhombre de Nietzsche, aquel que está por encima del bien y del mal. Pero Raskolnikov se hunde: todo en él es una demolición. En su supuesta autosuficiencia, y el hábito de no escuchar a los que le dan buenos consejos, acaba siendo el trágico por excelencia.

Los asesores del PP imagino que han leído poco a los maestros rusos. Y debieran hacerlo. Son peritos en el arte de hablarnos de la virtud contemplativa, imaginando que todo se arregla sin hacer nada. Rajoy ha sido un maestro ruso. Hasta que ha dejado de serlo. Todo a su alrededor huele a ceniza. Y no quiere verlo. Ha perseverado en errores de los que debe huir un jerarca político. En primer lugar aleja del voto popular a los más fieles. Premiando a Luis de Guindos, por ejemplo, que ha sido un eficaz ministro en lo macroeconómico pero que ha ahuyentado a las clases medias del PP. Ha colocado al frente de su portavocía a un relamido y engolado, Méndez de Vigo, ajeno también al perfil real del votante conservador (el que da las mayorías). Ha permitido que la izquierda actúe como referente moral. Y no contento con haber dicho a Bárcenas «sé fuerte, Luis», se ha puesto del lado de Cifuentes -como ayer ratificó ella misma- en una decisión tan irracional como dañina. El PP ahora mismo sufre el síndrome Raskolnikov: se ha situado por encima del bien y del mal. Conduce en dirección contraria. No solo pierde votos: pierde los principios, el sentido ético y la decencia. ¿Por qué se inmola? Pregunten en Madrid. Este columnista provinciano no sabe qué contestar.