Nicaragua: que Ortega se vaya

Yashmina Shawki
Yashmina Shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

26 abr 2018 . Actualizado a las 07:38 h.

En mi memoria infantil se solapan las imágenes y comentarios de los telediarios de la única cadena de televisión de finales de los setenta sobre la guerra de Afganistán, la del Líbano, la Revolución islámica en Irán o la Revolución Sandinista en Nicaragua. Y, después de tanto tiempo, los recuerdos de esta última han vuelto a mí como consecuencia de los acontecimientos que se están produciendo en el pequeño país centroamericano. 

Quizás sea consecuencia de que tardé mucho en comprender por qué una revolución con una causa justa como fue el levantamiento sandinista contra la dictadura de los Somoza se prolongó durante más de una década. O de que tardé, aún más, en entender cómo el poder acaba corrompiendo incluso a aquellos que tienen las mejores intenciones y cómo la intervención de intereses ajenos a la realidad de un país pueden convertir a los inocentes en víctimas sin posible escapatoria.

Con poco más de seis millones de habitantes, Nicaragua tiene una renta per cápita anual de unos 2.100 dólares (unos 1.700 euros) y un índice de pobreza cercano al 25 % lo que lo posicionan como el tercer país más pobre de Latinoamérica. No es de extrañar que, con un alto índice de insatisfacción por la evolución económica, el anuncio del Gobierno del septuagenario Daniel Ortega de un aumento en las cotizaciones de la Seguridad Social haya puesto en pie de guerra a la población, sobre todo, a los estudiantes que han perdido el miedo a protestar por su falta de futuro. Parece evidente que, a pesar del tiempo de reacción, el populismo en Nicaragua como lo lleva siendo en Venezuela, ya no es suficiente para acallar el hambre y la miseria de quien depositó su confianza en un voto y ahora exige un cambio, empezando por la renuncia de Ortega.