Catalá, un ministro con la lengua muy larga

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa CON LETRA DEL NUEVE

OPINIÓN

SMARISCAL | Efe

02 may 2018 . Actualizado a las 15:39 h.

Rafael Catalá Polo, ministro de Justicia y notario mayor del Reino, tiene el currículo muy largo. En sus 56 años de existencia hasta le dio tiempo a trabajar en la empresa privada. Concretamente en una de esas multinacionales del juego que viven de los casinos, los bingos y, ahora mismo, del auge de las apuestas en Internet. Quizá de ahí le venga a Catalá su amor al riesgo, a tentar la suerte, a subir la puja en esa ruleta de bolas trucadas que es la política nacional. 

Porque Rafael Catalá tiene el currículo muy largo. Pero todavía más larga tiene la lengua. De lo que anda un poco corto es de lecturas. Así que vamos a recomendarle, desde la humildad y el cariño, un libro maravilloso, que le habría venido muy bien conocer antes de encender una cerilla y arrojarla alegremente al bidón de gasolina que es hoy nuestra Justicia. Lo último fue arremeter contra el «problema singular» (sic) que padece el juez Ricardo González -sí, el autor del bochornoso voto particular en la sentencia de La Manada que a todos nos ha repugnado- y luego contra el mismísimo Consejo General del Poder Judicial por no haber fulminado a tiempo a su señoría.

Se supone que durante sus años de alumno de Derecho en la Complutense, el ahora notario mayor del Reino estudió aquello de la separación de poderes y de que el Ejecutivo, el Legislativo y el Poder Judicial no deben andar tocándose las cositas unos a otros.

Por eso, le aconsejo al ministro Catalá que hable menos y lea más. Por ejemplo, que repase El Federalista. Lo escribieron Alexander Hamilton, James Madison y John Jay. Si no lo encuentra en la biblioteca de su ministerio, se lo podemos hacer llegar desde Galicia, donde la Universidade de Santiago ha publicado no hace mucho una fabulosa edición. Está en gallego, pero damos por hecho que todo un ministro del Gobierno de la nación, además de dominar el castellano a la perfección, tiene al menos una leve comprensión lectora de nuestra lengua.

En su formidable prólogo a O Federalista, el catedrático de Derecho Constitucional de la USC e ilustre miembro de esta casa de todos los gallegos que es La Voz, Roberto L. Blanco Valdés, ya explica por qué desde el primer momento los tribunales de Estados Unidos se blindan como garantía de defensa de la Constitución frente a los otros poderes federales. Como en España, a pesar de que ahora el PP no puede blandir el rodillo de sus pasadas mayorías absolutas, la línea divisoria entre Legislativo y Ejecutivo ya no está demasiado clara -véase cómo el Gobierno ha abusado en esta legislatura de su derecho de veto sobre las iniciativas mayoritarias de la oposición porque todas y cada una de ellas, qué casualidad, alteraban los Presupuestos y el sacrosanto límite de déficit-, a Catalá le vendrá bien leer los capítulos 47 a 51 de El Federalista, donde se explica detalladamente en qué consiste la separación de poderes que tanto perturba a algunos políticos.

No está de más recordar que Rafael Catalá ha sido el primer ministro reprobado por el pleno del Congreso en la democracia. Y, como se puede leer en el Diario de Sesiones del 16 de mayo del 2017, no fue reprobado por cualquier minucia, sino por las tenebrosas maniobras de la Fiscalía General del Estado, la Fiscalía Anticorrupción y el propio Catalá para obstaculizar la investigación de los casos de corrupción del PP.

Creíamos que el todavía ministro de Justicia, además de amargarle el puente y la Champions al presidente Rajoy, habría aprovechado estos días para hacer propósito de enmienda y recordar que ningún miembro del Ejecutivo, y mucho menos el ministro de Justicia, debe inmiscuirse en los asuntos judiciales. Pero no solo no lo ha hecho, sino que ayer mismo se ratificaba en su lenguaraz propuesta de asesinar a Montesquieu y a los padres fundadores de Estados Unidos.

A estas alturas, y a pesar de todo, la Justicia es el último clavo ardiendo al que se agarran los ciudadanos. Y si desde el propio Gobierno los ministros son los primeros en encaramarse a la ola del populismo y el linchamiento para arañar algún voto indignado, se corre el riesgo de dinamitar ese pilar del Estado de derecho. Y entonces me temo que todos, incluido el parlanchín Catalá Polo, lo acabaremos pagando muy caro.