Venezuela es un moridero

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

Miguel Gutiérrez | efe

08 may 2018 . Actualizado a las 07:32 h.

Nadie se va de su país si puede quedarse. De Venezuela se marchan todos los que han perdido demasiado y les queda aliento para intentarlo en otra parte. Un éxodo que es una tragedia humanitaria. Un éxodo que es el colmo: largarse de un país rico. Si siguen así, ni el último podrá apagar la luz, porque hay zonas donde la luz no existe ni se le espera. El venezolano sabe mucho de esperar y de desesperar. Colas para comer, colas para recibir asistencia médica. El régimen de Maduro, un epílogo delirante del chavismo, ha callado primero a la prensa. Silenciado a los que podían señalar las críticas. Anulados los medios de comunicación, Maduro solo se escucha a sí mismo. O ni siquiera. Su mujer, el vicepresidente El Aissami y el militar Cabello son los tres arietes del tirano que será reelegido en unas elecciones que apestan. Y son ellos los que señalan los caminos que ha de seguir el dictador. Cuando el uso de los abusos se hace constante, la palabra abuso termina por perder su significado. Cuando el dinero de los que mandan aparece en los papeles secretos de Panamá o en cuentas en Andorra, da igual que el pueblo se muera de hambre. El que está al mando ya no se detendrá en el espanto. Será capaz de una papeleta electoral en la que aparece diez veces su imagen y de pagar un bono a cambio de un voto. Será capaz de dar un salto e ir a por el principal banco del país, Banesco. Así es que han recibido allá a Escotet con gritos de valiente y es que por mucho que conozcas tu país: ¿quién es el que emprende el camino contrario al que señala la prudencia? Sabiendo que lo que te aguarda es una batalla contra la falta de legalidad internacional. Ver un país tan hermoso, con una gente tan fabulosa metida en el callejón sin salida del que impone el silencio de la verdad única, es una sensación horrible. Pero cada paso que da el régimen aboca a Venezuela a convertirse en un moridero. Es increíble que suceda en el siglo XXI, en el corazón astillado de América. El dinero que mancha las manos terminará por volver a manchar las calles de sangre.