Tengan el 155 a mano

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

STRINGER | REUTERS

12 may 2018 . Actualizado a las 08:08 h.

A ver qué cuenta hoy el señor Torra en su discurso de investidura, pero los primeros anuncios, los que él mismo hizo ayer en TV3, la emisora adicta, no pueden ser menos alentadores para intuir el encauzamiento del conflicto catalán. Joaquim Torra es cuspidiño a Puigdemont y por eso lo designó sucesor, ya lo decíamos ayer: viene a cumplir su programa, a rehacer lo que el Tribunal Constitucional deshizo y a retomar el procés donde el líder lo dejó el día de su fuga. Por eso su hoja de ruta tiene tres objetivos: cumplir el mandato del referendo ilegal del 1 de octubre, recuperar el contenido de las leyes anuladas e iniciar un proceso constituyente. La misma historia con distinto protagonista. Quim Torra ya tiene la hoja de instrucciones, que disciplinadamente aceptó. Naturalmente, todo eso irá acompañado con una dosis de agravio que nunca puede faltar en un buen independentista. Ese agravio será fabricado por una comisión encargada de evaluar lo que hizo el gobierno español en la Generalitat durante la aplicación del 155. Se pueden ustedes imaginar que ahí saldrá de todo, y lo de menos es que sea verdad: ocupación de las instituciones, parálisis administrativa, incremento de los impagados a proveedores, crispación en los funcionarios, espionaje de papeles, amenazas a servidores público, yo qué sé… Rajoy hizo una aplicación tímida, de efecto placebo, como dice Fernando Savater, pero se tratará de presentarlo todo como un caballo en una cacharrería y casi una ocupación militar de Cataluña. Y dijo ayer oportunamente el señor Rajoy en Cádiz que «el 155 ya no es un artículo, es un precedente». Es decir, que se volverá a aplicar si las autoridades catalanas se animan a dar lo que algunos llamaron un golpe de estado. A lo mejor tiene razón Albert Rivera cuando dice que el 155 solo se debería levantar cuando haya constancia de que el gobierno y el Parlamento catalán acatan la Constitución y la legalidad del Estado, como cualquier persona que resida en este país. No se puede hacer porque lo que aprobó el Senado es que la excepcionalidad durará hasta que haya gobierno en Cataluña, o sea que el final de la aplicación es prácticamente inmediato. Pero eso ahora mismo casi es lo de menos. Lo trascendente, salvo sorpresa, es que el espíritu de Puigdemont ha vuelto a Cataluña y él vuelve a gobernar Cataluña. Volvemos a estar donde estábamos, aunque el presidente Rajoy diga que Cataluña está hoy mucho mejor. Y es que el independentismo no desaparece por una ley, ni por un encarcelamiento, ni por una fuga de la Justicia. Y, según la encuesta del llamado «CIS catalán», parece que va a más: en abril había un 8 por 100 más de independentistas que en enero. Esa es la cuestión.