Ética de la responsabilidad

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

OPINIÓN

19 may 2018 . Actualizado a las 08:33 h.

Distingue Max Weber entre dos lecturas de la ética, la de las convicciones o ética absoluta y la llamada ética política o de la responsabilidad que obliga a una suerte simplificadora del «todo vale» teniendo muy en cuenta las posibles consecuencias de la acción política. No pertenezco a las llamadas élites intelectuales, soy un estajanovista dialéctico del común, agraviado por la prepotencia supremacista y obstinadamente fascista de Quim Torra -obsérvese la coincidencia en el nombre con el del dictador norcoreano Kim Jong- que considera desde la ética responsable que todas aquellas personas que no desciendan directamente de los payeses del, pongamos por caso, Alto Ampurdán, somos seres inferiores de acuerdo con las características raciales que nos vinculan con los africanos como arquetipo minusvalorado.

En su análisis deudor de los textos fundacionales de Estat Catalá y del movimiento de violencia independentista Nosaltres Sols, activo en los meses previos a la Guerra Civil, insulta a los españoles, es decir a todos los que viven fuera y dentro de Cataluña como «negros claros», mestizos de mil razas en un claro perfil xenófobo, que no puede tener cabida en un discurso de un designado desde Berlín presidente secundario de la Generalitat.

Yo me siento personalmente ofendido y no quiero ni puedo aplicarle la lectura weberiana a tan ilustre majadero, cautivo de una designación efectuada por un forajido que huyó como un bandolero de la Justicia española.

El caso catalán, así llamado, es el problema mas importante que tenemos para organizar nuestra convivencia. No ha sido ni va a ser un edén armonioso, un paraíso mediterráneo, una tierra de promisión donde crezcan los billetes de cien euros en todos los árboles que festonean las alamedas, no habrá pleno empleo, ni las pensiones seguirán el modelo noruego, pero en cambio la autonomía rechazada, dispondrá de un ejercito de casi veinte mil soldados, mozos de escuadra armados, a su disposición, de un altavoz fabricante de mentiras reiteradas en la radio y televisión públicas, y un alicaído artículo 155 de la Constitución desprovisto de capacidad disuasoria.

Nos han ganado la batalla exterior, con o sin embajadas, nuestra debilidad en Europa empieza a resultar preocupante, y el autodenominado expresident, un hombre que se guía por la cartomancia y la ouija, con apoyo de su mujer, seguidora de ritos mágicos de la cultura esotérica transilvana, está alcanzando un reconocimiento en baja voz en las cancillerías europeas.

No cabe mas dilación. Hay que parar la autodenominada república catalana independiente. Los ocho tomos de la burocracia de Max Weber y todo su corpus de análisis político no valen para interpretar esta locura que ya está durando demasiado y cuyo final no alcanzamos a intuir. Yo no sé lo que hay que hacer, pero estoy seguro de que no erraría demasiado con lo que no hay que hacer para profundizar en tan inmenso dislate.