¿Qué espacio político ocupa en la izquierda el sindicalismo asambleario?

OPINIÓN

21 may 2018 . Actualizado a las 12:13 h.

La pregunta no es retórica, sino que responde al objetivo de buscar una explicación a la paz social actual, después de la ruptura por los gobiernos neoliberales del PSOE y PP del pacto del estado de bienestar de la transición, con un casi en especial pronunciamiento sindical a las políticas identitarias y de parálisis en la acción y movilización social ante las circunstancias históricas de crisis sistémica, faltando el discurso que arme a la clase obrera que le dé el conocimiento  de la realidad socioeconómica que vivimos, de profundización de la crisis global del sistema capitalista de libre mercado y de confrontación imperialista de las élites neoliberales y proteccionistas, contra la clase trabajadora y los pueblos.

El sindicalismo de clase sociopolítico y asambleario como línea política de masas, fue la respuesta de la clase obrera a la dictadura, estrategia, que tiene un valor democrático y participativo válido para enfrentar la situación de crisis económica y política, que el sistema capitalista de libre mercado provoca con la austeridad y la desregulación laboral y social. Situamos Asturies, por la representación social que el sindicalismo asambleario ostenta; uno dentro del sistema burgués, burocratizado e ideológicamente corrupto desde las federaciones en CCOO, el otro en la CSI mayormente sano, pero sectario, antipartido y con dos almas, una movimentista ligada a generaciones que no vivieron la dictadura y la del obrero  fordista prejubilado y disciplinado. Insertos en procesos de renovación generacional de direcciones pero superados por las problemáticas identitarias de nacionalidad y género, promovidas por instituciones y partidos burgueses desde la ruptura del bipartidismo en las europeas del 2014, para la invisibilidad  de la corrupción, la austeridad, recortes, privatización y guerras en la que intervienen los gobiernos imperialistas y neoliberales del PP, PSOE y apoyados por Cs, PNV y PDCAT.

Los marxistas siempre hemos defendido, que el método para resolver los problemas sociales o de cualquier tipo, está en el conocimiento de la verdad del hecho concreto en su desarrollo para transformarlo y no en negarlo, como la violencia patriarcal innata  del sistema capitalista en la conducta humana y más específicamente en la ejercida por el hombre o en negar la influencia de la cultura y lengua de las clases colonizadoras en las masas, ejercidas durante las etapas de desarrollo del esclavismo, el feudalismo y el capitalismo, que la han ido reconstruyendo de unas generaciones a otras desde una subjetividad prejuiciosa y católica, con el fin de la asunción del rol de la propiedad privada sobre los medios de producción y del derecho a su herencia, forjado con el patriarcalismo para apropiarse de la propiedad colectiva y bienes producidos por el esclavo, siervo, pequeño campesino o la clase obrera, mitología impuesta al pueblo como forma de dominación, reescribiendo la historia según sus intereses económicos, políticos e ideológicos. Pero esto no es un invento marxista, lo dice la antropología como ciencia empírica y los marxistas la asumimos.

El problema está, en que aquellos que dicen representar los intereses generales de la clase trabajadora, hace tiempo que abrazaron el relato ideológico y cultural dominante, adaptándose sin balance a la política revisionista de reconciliación nacional del PCE y PSOE de la transición, que sumado a la falta de una explicación científica por parte de las enseñanzas públicas, fueron asumidas por las masas como propias. Ahora, en medio de un tremendo retroceso en las condiciones de vida y libertades de la clase obrera y el pueblo, provocadas por las políticas austericidas y represoras de la oligarquía dominante a través de sus medios de comunicación y control de masas, maximizan estas problemáticas y construyen relatos sobre la violencia de género y los derechos nacionales, marcando la prioridad en la agenda política de las organizaciones del pueblo, con señuelos de protagonismo social que nos desvían de nuestra tarea histórica de lucha y rebelión contra la explotación de la mayoría por una minoría social.

Son múltiples las iniciativas desarrolladas desde las instituciones y fuerzas políticas de todos los signos, con la participación en pleno de las organizaciones de izquierdas políticas, sindicales y sociales en torno a la violencia de género. Incluso la prensa, radio y televisión en manos de la oligarquía financiera y la iglesia, dedican los principales espacios a criticar la lacra de la violencia de género provocada por la violencia machista del hombre como denuncia, pero ocultando, que solo el sistema capitalista y la iglesia católica inculcan y provocan socialmente con el oscurantismo de la religión patriarcal. Cuando nos movilizarnos junto con la patronal y el gobierno, enemigos principales de la clase obrera, no solo los ocultamos como responsables de la violencia machista, también de las muertes laborales y del sufrimiento y genocidio provocado a la humanidad por las guerras imperialistas. Caminando junto a ellos, falla la denuncia clara y directa del sistema y de los responsables, confundiendo al pueblo.

Podemos decir sin error, que la movilización de masas que la violencia de género provoca, es fruto de un alarmismo social provocado desde los poderes mediáticos ligados al neoliberalismo, que partiendo de una realidad brutalmente injusta, la sacan de contexto y la sitúan como prioridad política ante el escándalo social que ellos mismos generan. Movilizaciones de la que participan las estructuras sindicales de CCOO y CSI y la del conjunto de la izquierda, dando prioridad a la violencia de género con el mensaje falso de culpabilización del hombre, por encima de la violencia que provoca el sistema capitalista con los más de seiscientos muertes o asesinatos en accidentes laborales al año en España, provocados por las malas condiciones de seguridad, precariedad y largas jornadas de trabajo. Prioridad por encima de los cientos de miles de personas asesinadas por la intervención imperialista de EEUU, la Comunidad Europea, la OTAN y España en Asia, África o América latina, directamente o por las armas que les vendemos. También por encima de los miles de despidos y cientos de personas desahuciadas y sin vivienda, que acaban en la marginación, la miseria, las enfermedades y el suicidio.  

Esta visión que nos trasladan posmoderna e interclasista de la lucha sin opresores ni oprimidos a excepción del hombre sobre la mujer, también la tenemos en los medios burgueses con la polémica creada sobre el derecho a decidir, bajo el falso relato de la España de ellos, constitucionalistas y demócratas que garantiza la paz social y la del resto, la izquierda y el movimiento obrero que lucha, igualada al terrorismo independentista que provoca la represión del estado, como violentos y desestabilizadores que queremos romper España. Convoca la izquierda en principales páginas y horarios a movilizaciones y huelgas en defensa del derecho a decidir, junto a partidos oligárquicos y empresarios  en defensa de supuestos derechos lingüísticos y culturales de pueblos oprimidos, como si el esclavo, siervo, pequeño campesino o la clase obrera, hubiera tenido alguna intervención en la construcción de la cultura y lengua dominante ya sea la castellana, catalana o asturiana.

Debate y movilización que encabeza la oligarquía en ambos bandos, con el apoyo del resto de fuerzas políticas, sindicales y sociales por el eco mediático que provoca. Incluso en Asturias, las fuerzas de izquierdas persisten en la polémica de identidad a pesar del varapalo recibido en Cataluña, donde la oligarquía financiera representada por Cs, PDCAT y el PP, por mucho que este último lo perdiera casi todo, arrasaran en votos que era lo esencial, legitimando no solo la corrupción que estos partidos están realizando, sino también las políticas austericidas en Cataluña que acabaron con todo lo público, ahora todos pintados como demócratas y libertadores ante una parte de la clase obrera y el pueblo.

Perdimos la izquierda política y sindical en Cataluña, por permitir que la derecha neoliberal de Cs quedase como único defensor de los intereses unitarios y generales de la clase obrera catalana y española y ahora intentan lo mismo en Asturies, con el estimado apoyo del actual gobierno asturiano neoliberal del PSOE y del sempiterno diputado neoliberal de IU Gaspar Llamazares y su grupo, que no dejarán que esta polémica identitaria termine, igual que mantendrán hasta el final el pulso con Alberto Garzón, coordinador federal de IU, para que en Asturies no haya una candidatura única de Unidos Podemos, para fomentar su descalabro y así garantizar que en Asturies el primer partido de la izquierda sea el PSOE, aunque sea el renovado de Pedro Sánchez para ellos poder medrar. Pero esta problemática identitaria no es casualidad, también está surgiendo en todas las comunidades donde no gobierna el PP, como la Comunidad Valenciana, Navarra o Baleares y la izquierda sindical y política la abraza.  

La izquierda, lugar al que pertenecen los sindicatos de clase, cuando pretende empoderar a la clase obrera para que asuma conciencia política como clase, no lo puede hacer (porque está demostrado científicamente que nos es ajena) desde la cultura e ideología de la clase  dominante (la que debiéramos destruir junto con el estado en la construcción del «hombre» nuevo) que históricamente ha hecho pasar su interés particular por el interés general, como bien nos lo explicó Gramsci. Trasmitieron una cultura basada en falsedades, como la de la reconquista en el siglo VII contra los musulmanes que residían en el territorio que hoy conforma España, cuando fue un acto colonizador para la apropiación por la iglesia católica y los feudales cristianos de los bienes, tierras, esclavos y siervos de los musulmanes (lo hicieron otra vea en el XV con los judíos y en el XX  con los republicanos) Política colonialista disfrazada de reconquista mediante una cruz católica como espada de estandarte, que las clases populares y sus representantes políticos hoy lucen como gesta y bandera del pueblo, cuando fue instrumento de genocidio mediante el asesinato y la expulsión de todas las personas que habían abrazado la religión musulmana hace mil trescientos años, en competencia con la dominante iglesia católica heredera del imperio romano, que nos transmitió su legado religioso, lengua, escritura y mediante el patriarcalismo, la propiedad privada sobre los medios de producción y sobre la riqueza creada por el pueblo.    

El empoderamiento de la clase obrera tampoco es un proceso subjetivo o académico, surge de forma autónoma en el fragor de la lucha económica y reivindicativa, ante el escaso valor y derechos que le da a la venta de su fuerza de trabajo el burgués. Por eso, en las particulares condiciones ideológicas y políticas de CCOO,  hablaríamos de un empoderamiento de la clase obrera, devolviendo la capacidad de decisión a la asamblea de trabajadores en el centro de trabajo y sector y capacidad de decisión a la sección sindical y sindicato de rama, sacando las manos las federaciones de la negociación colectiva, de los EREs  y llevando la lucha a la calle, al abrazo de la solidaridad del conjunto de la clase obrera y el pueblo y la CSI empoderará a la clase obrera, cuando las secciones sindicales de centro de trabajo abandonen el corporativismo y solidariamente organicen el sindicato de rama y comarca al que pertenezcan, como se acordó en el VII Congreso, implicándose en la negociación colectiva. Se debe superar el movimiento de grupitos que se reúnen y hablan en nombre de toda la afiliación y más, cuando son decisiones que afectan al conjunto de la clase obrera como la de la lengua asturiana, que tómese la decisión que se tome como derecho de la ciudadanía, con o sin ninguna obligación para la clase obrera, todas tienen un costo económico y un impacto social, el cual hay que evaluar con la participación democrática y decisoria del pueblo y la clase obrera, sin imposición autoritaria por arriba.

Difícil es ser útil en el empoderamiento colectivo de nuestra clase en la lucha contra la crisis, si no utilizamos el marco legal por el que nos regimos en las condiciones defensivas y desorganizadas que estamos, en la ejecución de nuestras tareas sindicales y políticas. Empoderar no es hacer uno lo que tienen que hacer los demás y así veremos, que el problema principal de la clase trabajadora no es el salario por muy escaso que sea, es el despido libre, la precarización del empleo y la desregulación laboral que han acabado con las libertades en el centro de trabajo, básica para la movilización por los derechos económicos, sociales y políticos y esta es la batalla que hay que dar, uniéndola a la lucha contra la austeridad, privatizaciones y libertades. También, porque es clave en el empoderamiento de la mujer trabajadora la lucha contra la precarización de la vida, como el mecanismo que usa el poder para una mayor explotación, desigualdad y confrontación de género. Solo la mujer puede decidir con su lucha y compromiso, el lugar que ocupa en la lucha de clases y en la violencia de género, pero solo puede hacerlo en libertad, desde la independencia económica y laboral que da un trabajo con derechos y esto es lo que no se defiende desde las movilizaciones interclasistas del posmodernismo progresista, que gritan mucho en defensa del aborto libre, pero callan que sea gratuito en hospitales públicos.

El empoderamiento o viene del esfuerzo colectivo de la clase obrera en la fábrica, el sector y la calle o no vendrá nunca, porque el cambio de leyes solo puede darse con una victoria electoral de la izquierda, basada en un proceso de movilización y politización de la clase obrera y si no se hace así, políticamente optará por aquellos que los poderes proyecten mediáticamente. La oligarquía se ha dividido con un sector proteccionista que confronta con el capital financiero por deslocalizar la empresa y desinvertir en su país, generalizando desempleo y malos salarios. Triunfó con Trump en EEUU, con el brexit en la Gran Bretaña y casi Le Pen en Francia, esto es lo que vemos aquí con las políticas identitarias o en la lucha de los pensionistas, por el abandono de los sindicatos de clase de la movilización por unas pensiones dignas y públicas, al pactar CCOO y UGT recortes con el Pacto de Toledo y gestionar planes de pensiones privados, provocando un movilización espontanea y atomizada, donde militantes de estos sindicatos hacen de su capa su chiringuito, situando de forma reaccionaria las siglas y banderas de los sindicatos y partidos de la izquierda que representan el ser colectivo y social de la clase obrera, el enemigo a batir en las movilizaciones, favoreciendo la despolitización y que el voto masivo de los pensionistas no gire a la izquierda, sino a la derecha que la prensa visualiza del Ciudadanos de Rivera. Significaría esta victoria de la derecha, el fracaso del sindicalismo de clase de CCOO y CSI por falta de autocrítica, participación democrática interna, capacidad de rectificación y falta de responsabilidad política ante la clase obrera.