El legado del gran líder

Ernesto Sánchez Pombo
Ernesto S. Pombo EL REINO DE LA LLUVIA

OPINIÓN

23 may 2018 . Actualizado a las 08:55 h.

Ya le pueden estar agradecidos en el PP a aquel gran presidente que sacó a España del rincón de la historia, de la herencia que les ha transmitido. Porque José María Aznar no solo marcó un estilo en su forma de entender el Gobierno y la gestión pública, sino que supo rodearse de una congregación de colaboradores y amigos que a la postre acabaron cometiendo tropelías que ahora le estallan a Rajoy y los suyos.

El último, el de ayer, ha sido Eduardo Zaplana, uno de los más representativos del aznarismo. Presidente de comunidad, ministro, portavoz parlamentario, hombre de confianza y señor para todo. Con una gestión económica marcada por los excesos y por el escaso respeto a los dineros públicos, siempre estuvo envuelto en sospechas, aunque sin poder ser acusado formalmente hasta ahora. Inició su andadura en el caso Naseiro y continuó en la Púnica, Lezo, Terra Mítica, Taula, e introductor de la Gürtel en Valencia como lo señaló Paco Camps.

Un currículo francamente envidiable el de Zaplana y muy por el estilo de las dos docenas de ministros con los que contó Jose que han tenido problemas con la Justicia. Desde Rato a Matas, pasando por los de los sobresueldos, contrataciones irregulares y chanchullos varios.

Ya contamos en alguna ocasión cómo actuales dirigentes populares pierden los nervios viendo a Aznar impartir lecciones de ética cuando en su entorno se tejió una tupida red de favores y negocios sospechosos que ahora, con una espera demasiado larga, están saliendo a la luz. Hace tiempo que las miradas se dirigían al ambicioso Eduardo Zaplana quien, hábilmente, logró zafarse del acoso judicial. Pero esta vez, con las acusaciones de malversación, prevaricación, cohecho y blanqueo, la cosa se presenta seria. Tanto que minutos después de conocerse su detención, en el PP ya dijeron aquello de ese señor del que usted me habla, suspendiéndolo de militancia.

Y, sin embargo, a Zaplana hay que reconocerle un mérito. El de la sinceridad. Nunca ocultó a lo que iba a la actividad pública y cuál era su meta en la política. «Estoy en política porque me tengo que hacer rico», dijo. Y dicho y hecho. Eso es tener palabra.