El PP elige: gatopardismo o renovación

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

17 jun 2018 . Actualizado a las 13:56 h.

La forma más segura de obtener en cualquier ámbito una respuesta equivocada es formular mal la pregunta. La que el PP debe plantearse en su Congreso es evidente: cuáles son hoy sus principales desafíos. Contestada correctamente esa cuestión, quedará muy claro quién es el mejor para liderar la nueva etapa.  

Para definir los dos grandes retos del PP tras el fin de la etapa de Rajoy no hay que ser uno de esos analistas que cobran cifras astronómicas: acabar con la financiación ilegal y la corrupción a ella vinculada y dar un paso firme hacia el centro, que facilite al PP competir con Ciudadanos y el PSOE y, llegado el caso, compartir con los de Rivera el gobierno nacional. A los problemas que tienen los populares para superar con éxito uno y otro retos se refería este diario hace unos días en sendos reportajes: una agenda judicial endemoniada y la reducción sustancial de su poder territorial tras los comicios locales y autonómicos del año 2015.

Acabar con los escándalos de corrupción -que, como no podía ser de otro modo, han hundido la imagen del PP- exigirá a los populares elegir una nueva dirección desvinculada del dinero sucio por completo. Para decirlo sin tapujos: los populares necesitan un candidato limpio, dispuesto, como si fuera un buldócer, a barrer toda la basura que se ha ido acumulando bajo la espesa lona del patriotismo de partido. Si el candidato elegido necesita para serlo cerrar pactos que le impidan hacer esa tarea, él y el propio PP habrán fracasado ya antes de empezar.

Pero no solo eso: el PP, que tiene en Ciudadanos un fuerte competidor, ha de hacer frente al reto de dar un nuevo salto en su proceso de modernización ideológica y política, que lo acerque más al centro a los ojos de gran parte del cuerpo electoral. Quien no asuma que el mapa de partidos ha cambiado profundamente está perdido: ni el PSOE ni el PP podrán ya -y nadie sabe por cuanto tiempo- gobernar en solitario, ni será posible hacerlo con el nacionalismo catalán, echado al monte, ni con el vasco, cuya traición a Rajoy ha hecho de él un socio de nula fiabilidad.

La tarea del PP, sin duda muy difícil controlando el gobierno nacional, se ha convertido en verdaderamente hercúlea al haber pasado a la oposición tras la inesperada victoria de la moción de censura socialista. Es verdad que las fuerzas políticas sólo suelen renovarse cuando pierden el poder, pero lo es también que esa tarea exige entonces a los miembros de la organización, y especialmente a los que la han convertido en su modus vivendi, un gran esfuerzo de sentido común, paciencia y generosidad.

Muchos son los que deberán ceder el paso para que un equipo dirigente sin las pesadas hipotecas del pasado pueda abrir una etapa renovada de verdad. Pues el gran riesgo al que se enfrenta el PP es el que corren todos los partidos en tan compleja coyuntura: el del gatopardismo, es decir, el de que algunas cosas cambien para amarrar que todo siga igual.