Por fin se inicia el diálogo de sordos

OPINIÓN

LLUIS GENE

09 jul 2018 . Actualizado a las 10:16 h.

Sánchez y Torra se han dado cita en la Moncloa para protagonizar un diálogo de sordos, o lo que, en términos más precisos, titulaba el TBO como «diálogo de besugos». Por eso no descarto que su entrevista empiece con el saludo ritual -«buenos días; buenas tardes»- con el que se abrían los encuentros del mencionado cómic.

El presidente del Gobierno sabe de antemano que no podrá condescender con nada de lo que le diga el president de la Generalitat. Porque Torra tiene más claro aún que sus antecesores que su visita a la Moncloa solo sirve para demostrar que el independentismo es irreductible; que hay que «normalizar», con cesiones de Madrid, el conflicto subyacente entre el Estado y Cataluña; y que la única opción que tiene un Gobierno que necesita los apoyos de ERC, PDeCAT y PNV es una conllevancia orteguiana -muy falsa y cobarde- que los catalanes van a utilizar para seguir creando estructuras de Estado y un ambiente de secesión al estilo kosovar. Y a Sánchez no le queda más remedio que aferrarse a la estrategia del «poli bueno, poli malo», con Borrell diciendo todo lo que al propio Sánchez le gustaría decir, y con Meritxell Batet dando a entender que su oferta no es más que una infantil distensión, a la espera de utópicos consensos, mientras se marinan y sazonan los filetes del procés.

 Por eso debemos preguntarnos qué ganan ambos charlatanes con este diálogo de sordos que se abre hoy. Porque, aunque la descripción de sus respectivos objetivos los sitúa en bandos contrarios y a enorme distancia, los dos coinciden en la necesidad de ganar el tiempo que precisan para sus estrategias de corto alcance, y cuya esencia consiste en evitar como sea -cueste lo que cueste, y les cueste lo que les cueste- que el PP vuelva a la Moncloa y resitúe la ley y los intereses del Estado en el centro de la política española.

Sánchez tiene que gobernar para las minorías empoderadas, y olvidarse de las mayorías siempre silenciosas, incluida la suya. Y eso le obliga a mariposear por los temas más populistas y menos relevantes para dar la sensación de que hace mucho, y lo dinamiza todo, sin cambiar nada. Y Torra, que está cercado por el poder judicial y por la división del independentismo, tiene que demostrar que el Estado se retira de las posiciones que fijó el PP, y que en este nuevo escenario puede tutear y humillar al Gobierno de Madrid con sus faroles habituales: hablar de Gobierno a Govern y de presidente a president; meter en su agenda el soberanismo pacífico y democrático y el referendo de secesión; y reclamar un estatus político en el que Cataluña ya no es una autonomía más, y exige ser compensada por los agravios que dice haber recibido del Gobierno de España.

La situación, en el fondo, no puede ser peor. Pero esta noche, cuando cerremos balance de la jornada, nos dirán con triunfalismo que, aunque no hay acuerdos a la vista, se ha avanzado con gran audacia y provecho en el diálogo de besugos. ¡Es la moda!