Agnosia política

OPINIÓN

12 ago 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Agnosia no es la nueva versión del nombre de una discoteca en la que se pierde la memoria de lo ocurrido en su interior, sino la incapacidad de reconocer determinados estímulos por un procesamiento incompleto de la información percibida.

Mientras leía sobre el síndrome de negligencia hemiespacial, un tipo de agnosia por la que los pacientes no acaban de procesar la información de parte del campo visual (normalmente la parte izquierda), se me apareció esta analogía consistente en la incapacidad de reconocer los factores que condicionan la conducta política. Por ejemplo, las motivaciones ideológicas/electorales antagónicas; como se puede ver en los violentos debates sobre cualquier polémica en las redes sociales. Incluso las supuestamente afines, en el caso de quienes se ocupan de la estrategia electoral en esas entidades agregadoras de intereses que llamamos partidos políticos.

Tengo la sensación de que ciertas estrategias políticas adolecen de una suerte de negligencia hemiespacial como consecuencia de un constructivismo cuyas edificaciones teóricas se apoyan de forma desigual en los cimientos conductuales, al subestimar los de la subjetividad y, específicamente, los de la variabilidad cognitiva a la hora de procesar la información.

Ahora que se está hablando, para bien y para mal, de la Trampa de la diversidad (que no he leído aún) propuesta por Daniel Bernabé como estrategia neoliberal para centrifugar los intereses de la clase trabajadora que debería defender la izquierda, no está de más introducir algunos elementos que se tienden a pasar por alto a la hora de articular los discursos que tienen como objetivo desarrollar una cultura popular crítica y transformadora.

Y es que compartir unas condiciones materiales degradadas no nos lleva a pensar igual ni, consecuentemente, a reivindicar las mismas soluciones. Esta diversidad cognitiva se expresa en supuestas paradojas como la del enigma de los obreros de derechas: ese grupo de explotados que vota a quienes ahondan su precariedad.

Los estilos cognitivos son algo así como patrones de procesamiento de la información; de los que hay bastante evidencia experimental en psicología. No son categorías estancas  con las que etiquetar a las personas sino que como, por ejemplo, en la altura, nos distribuimos en un continuo que va de un mínimo a un máximo. Y, normalmente, la mayoría se sitúa alrededor de la media, que puede, además, variar en función del contexto. Mi hipótesis es que agrupando diferentes estilos coherentes con estrategias de supervivencia evolutivamente relevantes, en los que se oponen un procesamiento holístico, de amplio alcance social (empatía/cooperación) y temporal (largo plazo), a un procesamiento lineal, de corto alcance social (egoísmo/competición) y temporal (corto plazo), se podrían subsumir en uno que, al menos funcionalmente, señalara la tendencia hacia la cooperación por un bien común sostenible, o hacia la lucha individual por la subsistencia inmediata, como extremos respectivos. Y es desde nuestra posición relativa en este continuo como elaboramos nuestras expectativas con la información que nos suministra el contexto.

Si, como dijo el magnate Warren Buffett, estamos en una guerra económica en la que los de su clase, la de los acaparadores, van ganando, es porque, más que dividirnos, los profetas del lucro indiscriminado nos han atomizado con el discurso más publicitado de la historia reciente: el fratricida mito de la independencia individual. Sin embargo, no creo que la diversidad de las luchas de quienes se oponen a esta plutocracia patriarcal debilite el eterno intento de oponerse a este statu quo abusivo, si en función del campo de batalla se establece un orden de prioridades útil al objetivo común. El primer objetivo no puede opacar a los demás, y estos no deben socavar la relevancia estratégica de un orden de prioridades consensuado.

De hecho, si consideramos la interacción entre el discurso, como parte del contexto, y las expectativas personales en función del estilo cognitivo, no debería sorprendernos que operaciones como la del exasesor de Trump, Steve Bannon, para promover la adhesión popular a posiciones de extrema derecha, autoritaria y xenófoba en Europa, estuvieran patrocinadas por quienes tienen interés en que la distribución en el eje cooperación-egoísmo se desplace hacia la derecha de manera que la media, donde hay más gente, se sitúe en torno al neoliberalismo progresista, es decir, al saqueo con vaselina. Esta vieja táctica de ¡O nosotros o el caos! (Ramón, 1975) consistiría en  desplazar el punto de mira hacia las banderas fascistas del rechazo a los otros que se agitan por la extrema derecha para que, desde un procesamiento lineal, se acote la pugna electoral al campo derecho y se acabe percibiendo el orden actual como el más razonable. ¿Es o no es una negligencia hemiespacial?

¿Y la próxima semana? La próxima semana hablaremos del gobierno.