Justicia ya, justicia ahora

OPINIÓN

13 sep 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

El pasado 29 de agosto, en San Vicente de Boquerón, localidad perteneciente al municipio de Acatlán, en el estado mexicano de Puebla, una turba enfurecida decidió darle su merecido a dos personas acusadas de robar niños que habían sido detenidas por las autoridades y encerradas en los separos, que para quienes no lo sepan, son lo que aquí llamaríamos calabozos más o menos. Alguien publicó en las redes sociales información sobre la detención, incluyendo fotografías del vehículo donde presuntamente los acusados habían introducido a algún menor con la intención de raptarlo. A la puerta del edificio donde estaban los dos hombres, fueron apelotonándose vecinos del municipio. La gente comenzó a zarandear las puertas y a trepar los muros, y no se detuvo hasta que logró sacar a los presuntos secuestradores de allí. Las dos personas fueron llevadas contra su voluntad a una hoguera donde murieron quemados para alegría de todos.

Se conocen estos hechos porque las imágenes fueron retransmitidas en directo por Facebook, pues ya se sabe que es más inmoral enseñar los pezones que mostrar la muerte de otro. Las escenas son muy turbadoras. Mientras los dos hombres se fríen literalmente en una hoguera, docenas de teléfonos móviles graban todo. Hay grabaciones hasta del asalto al recinto. A plena luz del día, nuestros héroes pudieron sentirse orgullosos de impartir justicia ante Dios y a favor de los niños. Aquellos dos pervertidos no volverían a secuestrar a nadie, pues para eso es requisito indispensable estar vivo. Todo el que pasó por allí y disponía de un móvil se puso a filmar y fotografiar para tener un recuerdo de tan memorable suceso. Los cuerpos de los secuestradores se asaron entre las llamas, sus pieles se resquebrajaron como el cuero de imitación de los asientos de un coche al sol del desierto.

La fantasía consiste en ver todo esto a través de Facebook y sentirse parte de ello, parte de los buenos. Pertenecer al lado correcto, evitar ser señalado. Las docenas de teléfonos que grabaron lo ocurrido son una barrera perfecta que ayuda a digerir hasta el olor de la carne humana quemándose. Esos mismos teléfonos grabarán próximamente pequeños vídeos del cumpleaños de mamá, o la boda de la hermana o el bautizo de la nieta, quien ya no tendrá que sufrir un posible secuestro por parte de aquellos dos miserables que ardieron en la hoguera.

El problema es que las dos personas que murieron asesinadas por una turba sedienta de sangre nunca secuestraron a nadie. El delito por el que fueron asesinados ni tan siquiera existió ese día. Ningún niño fue secuestrado. Busquen en los medios de comunicación mexicanos. Los delincuentes que no lo eran, tío de 56 años y sobrino de 21, fueron detenidos por las autoridades por beber alcohol en la vía pública. La hermana de uno de los fallecidos confirmó que ambos eran agricultores.  Anoche encontré una fotografía del chico de 21 años. Posa sonriente ante la cámara, sentado en el campo, con un brazo apoyado en la tierra sosteniéndole parcialmente la parte superior del cuerpo. Un ordenador portátil reposa en sus piernas. Su aspecto es el de un buen chico con toda una vida por delante. Solo era un chaval. Su cuerpo consumido junto al de su tío fue entregado a la familia. Los instigadores del linchamiento fueron detenidos, y uno de ellos ha muerto de cirrosis mientras estaba encerrado. La policía, que fue tan negligente, siendo tibio, asegura tener identificadas a 29 personas que participaron en el cruento asesinato. Esto es así porque hay muchos vídeos y fotografías de lo ocurrido que han sido emitidas en noticiarios y colgadas en Facebook o YouTube y ninguno de los allí presentes creyeron en ningún momento que estaban haciendo algo malo.

Cuando los presuntos cantantes Andy y Lucas exhiben una camiseta en un concierto con el lema «Justicia ya» junto a las fotos de personas cuyos asesinatos, exprimidos y mediatizados, casos todos ellos que terminaron con condenas de cárcel severas y otros con los asesinos a la espera de juicio, la única justicia que imagino o que puedo imaginar que desean, es la que sufrieron los dos agricultores mexicanos. El delito, en el fondo, es lo de menos. Lo suyo es grabarse. Grabarlo. Estar en el lado correcto. El de los buenos. Es lo único que importa.