Polvo, sudor y hierro: el Cid cabalga

OPINIÓN

GABRIEL BOUYS | Afp

18 sep 2018 . Actualizado a las 08:09 h.

Al ver al apuesto Sánchez sacando de su chistera el visto y escuchimizado conejo de los aforamientos retocados, me vinieron a la memoria los versos de Manuel Machado: «El ciego sol, la sed y la fatiga... / Por la terrible estepa castellana, / al destierro, con doce de los suyos / -polvo, sudor y hierro- el Cid cabalga». Los cien días de gobierno, preñados de rectificaciones, los resumió don Pedro en que necesita 12 años más -hasta el 2030- para darle cuerpo a su utopía. Y la maniobra de distracción con la que quiere disimular su desastre y sus carencias se reduce a un retoque en el sistema de aforamientos que no contenta a los tirios, que quieren destrozar la monarquía y la soberanía nacional, ni a los troyanos como yo, que creemos que los aforamientos e inmunidades son esenciales para la dignidad de los regímenes parlamentarios, y que su existencia, tan tradicional como lógica, en modo alguno entorpece -sino que activa- las investigaciones -no siempre prudentes- de la Justicia. Esta reforma exprés, que Sánchez le plagió a Rivera, solo está destinada a ocultar el vacío de ideas, principios y experiencia que se hizo patente en su bochornosa entrevista con Ana Pastor. Y la esencia de dicha maniobra solo consiste en plantearle un dilema a Casado -si me apoyas malo, y si no me apoyas peor- que produzca en el PP la misma zozobra que estantigua al PSOE. Y solo para eso se juega con la Constitución, se banaliza su reforma y se abre ese melón que en modo alguno se puede cerrar sin consensos leales y mayorías sistémicas.

El Sánchez que vimos en televisión y en la Casa de América es un pollo sin cabeza, que da palos de ciego y que va de victoria en victoria hasta la derrota final. Y así se explica que todo lo que hace y dice, ¡e incluso todo lo que piensa y sueña!, derive en un trágico sainete, que cuando se pone épico provoca risa y cuando hace chistes produce llanto. Por eso creo que Casado, poniéndose rojo una vez, debería decirle que esa reforma tramposa y farisea no va a colar, y que la Constitución no va a ser manoseada con consensos forzados. La matraca de los 84 diputados, que Sánchez maneja sin pudor, no puede valer lo mismo para disculpar el caos gubernamental que para endilgarle a la oposición el barullo constitucional. Sirve, eso sí, para seducir a populistas, separatistas, demagogos y antisistema, pero no para embaucar de manera irresponsable a los que quieren mejorar el país sin antes convertirlo en un solar sin vida, sin cultura y sin historia.