Sánchez: o concesiones o elecciones

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

MARISCAL | Efe

05 oct 2018 . Actualizado a las 07:45 h.

Como jamás me atribuyo méritos ajenos, aclararé desde el principio que la perfecta enunciación del dilema que da título a este artículo -por precisa y concisa, insuperable- no es de mi cosecha. Así me resumía hace unos días la terrible disyuntiva que tiene Sánchez ante sí uno de los más importantes líderes del PSOE durante la etapa felipista, tan alucinado como yo, y como millones de españoles, ante el hecho increíble de que el único proyecto del jefe del Gobierno sea seguir en la Moncloa a toda costa.

Aunque resulta muy difícil encontrar a un aventurero de su talla, que haya conspirado para gobernar con la mitad de los diputados necesarios para ello, Sánchez no es el primer presidente en minoría ni en España ni en Europa y no es, por tanto, el primero forzado, para seguir en el poder, a ceder ante sus socios. Ese juego de intercambios (canjear apoyo por cesiones) caracteriza siempre los pactos entre una minoría mayoritaria y quienes con sus votos le permiten gobernar.

Pero Sánchez sí estrena tres disparates, cada cual más extravagante y peligroso para nuestra democracia: primero, llegar al poder tras una moción de censura destructiva, que cambia un gobierno por otro, pero sin instituir al mismo tiempo una mayoría alternativa coherente; segunda, pactar con dos partidos que, impulsores de un golpe de Estado en toda regla contra la unidad interna del país, proclaman un día sí y otro también que volverán a las andadas; y tercera, depender para cualquier decisión que precise una votación parlamentaria de partidos que han dejado claro que el precio de sus votos es un referendo de autodeterminación, condición que plantean los separatistas como absolutamente innegociable. Como un «sí o sí», según lo explicaba Felipe González hace solo un par de días.

En estas condiciones, con 84 diputados y sin ninguna posibilidad de seguir gobernando sin contar con el sostén de los golpistas, la situación de Sánchez no solo es terrible para él -justísimo castigo a su infinita irresponsabilidad- sino que lo es, de ahí su extrema gravedad, para el país, desgobernado desde hace más de tres meses por un presidente que no manda nada en realidad fuera de los muros del palacio que tanto ambicionaba.

Es posible que para Sánchez el placebo del helicóptero presidencial sea suficiente, pero para los españoles su parálisis política constituye una catástrofe. Sometido al chantaje permanente del separatismo catalán, que no cederá pese las discrepancias momentáneas derivadas de las baladronadas de un Torra enloquecido, al presidente solo le quedan pues dos alternativas: o traicionar al país, haciendo concesiones a los golpistas que no tendrían luego marcha atrás; o, reconociendo el gravísimo error de su censura, convocar elecciones para evitar que los enfermizos sueños de poder de un político tarambana se conviertan en una espantosa pesadilla para España.