Aquí un bicho

Fernanda Tabarés
Fernanda Tabarés OTRAS LETRAS

OPINIÓN

07 oct 2018 . Actualizado a las 10:14 h.

Una grabación inesperada nos ha permitido escuchar lo que un tribunal dice cuando nadie los oye. En general hemos ido sabiendo que una cámara o un micrófono pueden acechar en el lugar o en la persona más inesperados, como si la intimidad ya no fuese de fiar. Lo saben bien los entrenadores de fútbol que solo sueltan prenda con la mano extendida ante la boca, uno de esos gestos postmodernos que nos ubican en el presente, como escuchar el bolso para comprobar si dentro suena un teléfono o hablar solo por la calle con unos botones blancos en las orejas.

En esta nueva realidad todos nos podemos encontrar con lo que algún día dijimos. Será ese el momento de comprobar nuestra verdadera complexión porque en general es fácil estar a la altura cuando todos nos ven y por encima de los principios asoman las convenciones. El problema aparece cuando la puerta se cierra y la máscara decae. Es ahí donde se reconoce a los decentes y se retratan los canallas. El código lógico de la privacidad no lo justifica todo.

Por eso ha sido tan devastador escuchar cómo un juez, una fiscala y una abogada hablan de una mujer que acudió a su tribunal en busca de justicia. Ese «bicho» que suelta el magistrado, ese «hija de puta» de un hombre todavía con la toga es revelador de todos los fallos que acumula el sistema y que resultan letales para tantas mujeres. Es un ‘bicho’ íntimamente impresentable, familiarmente pronunciado, cobijado en una privacidad cobarde, un ‘bicho’ fanfarrón y detestable que es el doloroso resumen de lo que muchos piensan cuando una mujer dice que se acabó. Cuántas veces, chicas, nos habrán llamado bicho.