Lección de Nadal a los mezquinos

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

JAIME REINA | afp

16 oct 2018 . Actualizado a las 07:45 h.

Es el mejor deportista español de la historia. Por delante de Ballesteros, de Induráin, de Pau Gasol y de otros grandes. Pero Nadal nos deja mucho más que su tenis y sus títulos. La lección que nos regala es la del esfuerzo. La de que no hay nada sin la voluntad. La de que la apatía o ir sobrados no sirve para nada.

La vida es una conquista que comienza con la humildad y que sigue cuando aprietas los dientes y, tengas el talento que tengas, no dejas de remar. Pero este país es una tierra abonada al odio. Siempre aparece la España putrefacta que hiede. Somos el lugar con más odiadores por metro cuadrado. Si Nadal no llega a ir a limpiar a la riada en Mallorca, lo hubiesen puesto a parir por mucho que abriese las puertas de su academia a los damnificados y que donase dinero.

Decidió calzarse unas botas y vestir un chándal y trabajar como uno más, justo la virtud que le ha hecho en las pistas lograr muchos más campeonatos de los que hubiese conseguido solo con su talento natural. Limpió bajos y talleres. Evitó las fotos. Se escondió todo lo que pudo. Les pidió a los suyos que no dijesen nada.

Pero es Rafael Nadal, número uno del mundo del tenis, una estrella, una figura mundial, también un multimillonario, y pronto la foto de Rafa junto a los vecinos echando una mano dio la vuelta al planeta.

Al día siguiente fue primera en The Times. Él fue porque es el pueblo de su abuelo. Porque son sus vecinos y no podía permanecer quieto. No está en su ADN. El coraje es su combustible. Y ahí estaba. Dejándose el alma sobre el lodo igual que sobre la arcilla de París que tan famoso y extraordinario le ha hecho.

Entonces surgieron los cainitas. Los que solo saben atacar, hagas lo que hagas. Los que utilizan el bum de las redes sociales para vomitar sobre los demás. Casi siempre con el nombre oculto, detrás de una máscara o de una foto falsa. Así es más fácil ensuciar, mentir. Agotan estos personajes que tienen un adjetivo perfecto en el diccionario: mezquinos. Los que más insultaron y criticaron son los que más hubiesen puesto el grito en el cielo si Nadal no acude a ayudar.

Es lo que hay. Así va España. Esta España que estamos conduciendo de forma lamentable hacia las trincheras. A ser otra vez la España del enfrentamiento, de la disputa, la del cuadro de Goya. A palos.

Nadal bajó al lodo no para salir en los periódicos. ¿Qué mente retorcida puede pensar que a estas alturas de su carrera necesita una foto más? Nadal lo hizo, porque eran sus vecinos. Los conoce. Los trata. Le dio igual estar lesionado y no haber podido viajar a la gira asiática. Tocaba hacer lo que mejor sabe: remangarse y currar. Y es lo que hizo. Como le dice hoy la oftalmóloga Ana González a Jorge Casanova en su entrevista de la última de La Voz: «La felicidad está en dar». Siempre.