Hicieron que Alcoa agonizase para cerrarla

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

MARCOS MÍGUEZ

21 oct 2018 . Actualizado a las 10:01 h.

Tienen cara, mucha. Pero no conocemos sus nombres. La proximidad lo es todo en la vida. Sin ella, sin roce, no hay cariño. El dinero no entiende de sentimientos. Pero la lejanía invita a que, con una facilidad pasmosa, se tomen gélidas decisiones que destrozan familias, sagas enteras. Cadenas humanas que son cortadas por una resolución que se toma a miles de kilómetros. Desde Estados Unidos han dado los pasos para cerrar Alcoa. Sí, los pasos. La decisión no fue una sola. Fue una agonía planificada. Primero no modernizan las factorías, y luego las cierran porque no están modernizadas. Hay premeditación y alevosía. Es grave sobre todo por esos trabajadores que están viviendo el drama en sus casas. ¿Cómo se duerme por las noches en tu habitación cuando sabes que se acabó? ¿Cuando intuyes que a tu edad dónde vas a encontrar un trabajo que te permita la dignidad que debería de estar blindada de sacar adelante a tu familia? ¿Hacia dónde miras cuando tus hijos te pregunten? Pero el drama de los trabajadores de Alcoa es especialmente intolerable, porque, aunque los sacrificados son ellos y solo ellos, a todos nos han robado de nuestros bolsillos al darles las administraciones hasta 500 millones de euros en ayudas para hacer viable la compañía.

Al facilitarle a la empresa un precio de la luz mucho más bajo del que tenemos que pagar al límite en nuestras casas. Todo para nada. Todo para que, desde el 2014, los directivos no moviesen un dedo por revertir una situación, de la que ya conocían el final. Nos podemos llenar la boca con grandes palabras. Hablar de economía globalizada. Del gigante chino. De lo bien que se compra por Internet en las multinacionales. Pero cada vez que hacemos eso nos estamos pegando un tiro en el pie. Lo que ha pasado con Alcoa se define con todas esas grandes palabras: otros países producen más barato, los chinos hacen esto y lo otro, ¿quién no ha comprado en un chino por lo barato que es?, pero, como muy bien dijo en las páginas de La Voz uno de los ajusticiados, la mejor manera de llamarle al cierre de las plantas de A Coruña y Avilés es decir que «es una canallada». Una auténtica canallada.

Pero, señores, vivimos en un lugar en el que el Tribunal Supremo se va a repensar en su plenario una sentencia de una de sus salas por la «enorme repercusión económica» que ha causado la decisión de devolver a las familias el dinero de un impuesto que, según esa sala, era suyo. ¿Perjuicio económico de quién? De los de siempre, los que mandan, los que tienen mucha cara. Los que mueven la economía con un bloque de hielo por corazón.