España ingobernable, primer capítulo

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

24 oct 2018 . Actualizado a las 08:14 h.

La última es esta: el PNV solo dará su voto a los Presupuestos si el Gobierno se compromete a un «desarrollo estatutario». Entiendo que ese desarrollo puede ser del estatuto de autonomía vigente (el de Guernica) o el nuevo que están redactando el mismo PNV y Bildu. En el primer caso, se trataría entre otras cosas de transferir al País Vasco la Seguridad Social, rompiendo el principio de caja única. En el segundo se habla de Euskadi como nación en un Estado confederal y con derecho de autodeterminación. Al poner esta condición, el PNV da un salto trascendente: para votar los Presupuestos de Rajoy solo pidió dinero (inversiones) a cambio. Para apoyar la moción de censura solo le pidió a Pedro Sánchez que mantuviera el trato cerrado con el PP. Ahora toca los mismos cimientos del Estado.

Las condiciones de los demás nacionalistas son bien conocidas: Esquerra dice que no se sentará a negociar sin gestos con los presos, el difuso pero gobernante PDECat agrega avances en el camino hacia la república catalana y ambos están pensando en el precio de un compromiso para celebrar un referendo pactado. Es tal la inflación de demandas, que los 2.000 millones largos de euros con que se pagarían los votos catalanes en el Congreso ya no sirven para comprar voluntades políticas. Al situarse ante estos presupuestos, los nacionalismos ya no hablan de dinero; tiran por elevación.

Por supuesto, todo esto puede cambiar. Incluso es posible que cambie, si la ministra Celaá no mintió en su último discurso en San Sebastián: allí dijo que estos Presupuestos saldrán adelante, a pesar de la derecha y los independentistas. La fórmula mágica para aprobar una ley sin votos suficientes debe ser uno de los grandes experimentos que la élite científica socialista está haciendo en los acreditados laboratorios del doctor Sánchez, especialista en la fabricación de pócimas políticas de efectos alucinógenos.

El cuadro, en todo caso, es este: el destino de todos los Gobiernos españoles es pactar con los partidos nacionalistas. La España de las autonomías se construyó sobre las cesiones de esos pactos. Todo fue bien, por lo menos no fue muy mal, mientras las condiciones no afectaban a la estructura del Estado ni a la unidad nacional. Ahora el estiramiento de la piel de toro ya no da mucho más de sí. A un Gobierno débil y necesitado del apoyo de los secesionistas todo se le vuelven exigencias descaradas, por no decir desmadradas, como si alguien les hubiera dicho «ahora o nunca». Y como eso puede ocurrir en un futuro en que no habrá mayorías estables, podemos estar en el primer capítulo de un libro que se terminará titulando La España ingobernable.