Empellones y cachetes de Estado

Xosé Luis Barreiro Rivas
Xosé Luis Barreiro Rivas A TORRE VIXÍA

OPINIÓN

EFE | ZIPI

27 oct 2018 . Actualizado a las 10:07 h.

Teniendo en cuenta el altísimo nivel que están alcanzando los debates en el Congreso de los Diputados, en los que están comprometidos los asuntos que más preocupan a los ciudadanos; y asumiendo la plausible teoría del presidente Sánchez, que, basándose en una elucubración de Federico Trillo, sostiene que la expresión golpe de Estado «solo debe de aplicarse a los que patean el sistema vestidos con uniforme militar -con polainas, pantalón bombacho, pistola, correajes, gorra de plato sumada con gallina de latón y bordada con hilo de oro, y entorchados de general-, me atrevo a proponer, humildemente, que reformemos el Código Penal, por enésima vez, para introducir los conceptos de «empellón de Estado», o «cachete de Estado», que vendrían a tipificar aquellos casos en los que, en vez de matar el sistema de un fungueirazo?que es el golpe de Estado propiamente dicho?, lo machacan y desplazan poquito a poco, a base de empellones o cachetes de Estado, haciendo gala del mismo refinado estilo con el que un tabernero de Forcarei echaba fuera de su local a los que, habiendo trasegado demasiado licor café, querían cantar las cuarenta con el rey de bastos y la sota de espadas. Aquel buen tabernero no les zurraba, obviamente, pero los iba empujando hacia la puerta, a base de empellones, mientras les leía el veredicto: «Veña, gañán, vaite para a casa, que tes a muller soa e metendo a leña no cuberto!».

Yo estoy plenamente de acuerdo en que lo que hicieron los independentistas catalanes en contra de la unidad de España se adapta mucho más al concepto de «empellón de Estado», que propongo yo, que al «golpe de Estado» que propone Llarena. Y por eso expreso mi extraña coincidencia con Don Pedro ?«Sánchez, por supuesto»?, para que, en vez de seguir alimentando a los sublevados en la cárcel, y de montarles despachos con ujier para que reciban dignamente a sus múltiples devotos, nos limitemos a inhabilitarlos, por prevaricación, durante una docena de años, para mandarlos después a su casa, a ganarse la vida, trabajando, como las personas decentes.

Más allá de considerar ?con Sánchez? que esta condena guarda una mejor proporción con el «empellón de Estado» que han protagonizado Junqueras y Puigdemont, estoy seguro de que los jueces también prefieren rebajar la solemnidad de las sentencias por rebelión ?que a todas luces les inquietan?, y despachar el asunto con una de esas prevaricaciones a las que están tan acostumbrados. Porque ese delito, tan flexible como el chicle, les permite probar los hechos mediante inferencias, redactar la sentencia en un periquete ?copiando la que le endilgaron a cualquier alcalde?, y marcharse después, a picar algo, en los bares de la calle Génova.

Y con esa buena intención elevo esta propuesta de reforma del Código Penal, por el bien de España, al Congreso que legisla, y al Supremo que juzga, con mi sincero deseo de que Dios guarde por muchos años el prestigio y la credibilidad de ambas instituciones.