Lo raro era que Cospedal siguiera ahí

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

Tarek Mohamed | DPA

06 nov 2018 . Actualizado a las 07:52 h.

Uno de los mayores errores de Mariano Rajoy, y en buena parte uno de los motivos de que esta mañana esté trabajando en su despacho de registrador de la propiedad en Castellana 44, en Madrid, y no en el que tenía en el palacio de la Moncloa, fue mantener a María Dolores de Cospedal como secretaria general durante 10 años. El que se empeñara, contra el criterio de una mayoría de dirigentes populares, en convertirla en la persona que más tiempo ocupó ese cargo en el partido, por encima del otrora todopoderoso Francisco Álvarez Cascos, es un misterio insondable. Frente a la muy preparada, eficaz, abnegada y desprendida trabajadora que nos pintaban sus hagiógrafos, su altura política fue siempre más bien escasita. Y su soberbia, notable. Su mayor aspiración fue obtener información, acumular cargos y proteger sus privilegios. Nunca, ni cuando fue presidenta de Castilla-La Mancha ni cuando fue ministra, quiso renunciar a la secretaría general. Sabía que ahí estaba el verdadero poder.

Tanto se aplicó a esa labor, que a punto estuvo de ser elegida presidenta del PP tras la caída de Rajoy. De no ser por la sorpresiva candidatura de Pablo Casado, se habría impuesto sin duda a su archirrival, Soraya Sáenz de Santamaría. Las grabaciones que van surgiendo de esa cloaca máxima que constituye el disco duro del ex comisario Villarejo vienen a dar la razón a sus críticos. Apenas llevaba un año en el cargo cuando ya había convertido su despacho de Génova en un albañal desde el que urdía abyectas conspiraciones con un policía corrupto y con su marido, que todos en el PP sabían que no era trigo limpio, como maestro de ceremonias. Produce vértigo imaginar en qué situación estaría ahora el partido si se hubiera impuesto en las primarias. Cospedal abandona la dirección del PP y, aunque fiel a su estilo se resiste a ello, tendrá que dejar también su escaño y la bien remunerada presidencia de la Comisión de Exteriores.

El fin de Cospedal es el fin de una época en el PP que debió producirse mucho antes. En el congreso del 2017, sin que se supiera nada de esto, había ya un clamor para que dejara la secretaría general, que compatibilizaba con el ministerio de Defensa y la presidencia del PP de Castilla-La Mancha. Se empeñó en seguir y lo logró por 25 votos, hundiendo la imagen de renovación que el partido necesitaba para subsistir. Su última aportación fue forzar al PP en la convención de abril a aplaudir a su amiga Cifuentes, para entonces más que quemada, destrozando toda apariencia de regeneración.

Irse de la política antes de que te echen es un arte. Y si tenemos en cuenta que la cloaca informática de Villarejo tiene 20 terabytes, que para quien no lo sepa son 20.000 gigas de vídeos y audios grabados, muchos, y no solo en el PP, deberían no levantar demasiado la voz e ir preparando las maletas. Sin ir más lejos, la salida de Cospedal y su forzado abandono de la política ponen ahora contra las cuerdas a la ministra de Justicia, Dolores Delgado, la que le aplaudía al policía corrupto la idea de crear un prostíbulo para extorsionar.