¿No se merecen los militares republicanos un homenaje del Ejército por defender el orden constitucional?

OPINIÓN

11 nov 2018 . Actualizado a las 18:35 h.

Hace unos días leíamos una información procedente de Paterna (Valencia), en cuyo cementerio se encuentra la mayoría de las fosas de los más de dos mil republicanos ejecutados por la dictadura entre 1939 y 1956. Con motivo de los trabajos de exhumación que se realizan en esas fosas, se congregaron allí una serie de personas con banderas rojas y republicanas, que a su vez pudieron observar, en esa misma fecha,  el homenaje de un piquete militar del acuartelamiento Daoiz y Velarde de esa localidad  a los soldados «caídos por España», que en el mismo cementerio tienen un panteón en su memoria.

«El piquete, en formación y a buen ritmo -leemos-, atravesó el cementerio», sin reparar en que en el primer cuartel se hallan las fosas de las víctimas del franquismo. Por esta razón, el concejal de Esquerra Unida de Paterna, presente en las exhumaciones, le hizo un requerimiento al teniente coronel Ardanz, que estaba al mando de la unidad militar: «No puedo visitar las fosas, en todo caso en otro momento, lo haré de paisano, vendré y las visitaré, porque me interesa la historia», alegó Ardanz.

Ante esta actitud cabe preguntarse si alguna vez en este país el Ejército rendirá un homenaje a aquellos compañeros suyos ejecutados por los militares golpìstas por haber mantenido su juramento de lealtad a la legalidad constitucional republicana. Hay entre ellos, incluso, algunos generales que fueron católicos y de derecha, como Caridad Pita, Battet, Aranguren, Escobar, Campins, Salcedo, Martínez Cabrera o Núñez de Prado.

Sin pretensión de exhaustividad, cito a vuela pluma los siguientes nombres, además del ya mencionado y que ilustra este artículo, el general José Aranguren, gobernador militar de Valencia: El general Mola fusiló a su superior, el general Domingo Batet. El general de reserva Saliquet hizo lo propio en la VII Región Militar (Valladolid) con el capitán general Molero Lobo. Queipo de Llano fusiló en Sevilla al capitán general de la II Región Militar, José Fernández Villa Abràille. Lo mismo pasó en Galicia (VIII Región Militar) con el capitán general Enrique Salcedo Molinuevo, ejecutado y sustituido por un coronel. En Granada se fusiló al general Miguel Campins, gobernador militar de la plaza. El general Núñez Prado fue ejecutado en Zaragoza; el general Caridad Pita, en La Coruña; el general López Viota, en Sevilla; el general Mena Zueco, en Burgos; el coronel Carrasco Amilibia, en Logroño; el general Gómez Caminero, en Salamanca; el general Romerales, en Melilla; el comisario superior Arturo Alvarez Buyila, en Tetuán; el coronel inspector de la Legión Luis Molina Galano, en Ceuta.

Es de recordar que del total de 59 generales de brigada en 1936, 42 se mantuvieron fieles a la segunda República y 17 se sublevaron contra ella, sin que nuestra democracia borbónica haya tenido en cuenta hasta la fecha un homenaje de reconocimiento a los primeros por su compromiso con la legalidad constitucional, a la que algunos defendieron con su vida.

Por su significación familiar, cabe añadir a esta lista de militares fusilados, leales a la segunda República, al comandante de aviación Ricardo de la Puente Bahamonde, pasado por las armas en Melilla en agosto de 1936. Este comandante era primo hermano y compañero de pupitre en el colegio de Francisco Franco.