Pablo Álvarez, el sindicalista represaliado

OPINIÓN

12 nov 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

La de Pablo Álvarez es una conmovedora y enjundiosa historia. Podría haber ocurrido en el siglo XIX o en el siglo XX, pero transcurre en pleno siglo XXI, en ese siglo que pasa cada día a la efímera posteridad - cada vez más voraz y cibernética - como el de la gran revolución del conocimiento, y en el que los derechos humanos se desmoronan como castillos de naipes, descargados en cualquier smartphone en décimas de segundo.

Nacido en La Felguera, en la cuenca minera del Nalón, y metalúrgico, como su padre - al que tanto admira -, Pablo fue educado en un entorno familiar y social en el que la honestidad personal, el esfuerzo solidario, el trabajo en equipo, el estudio riguroso, la profesionalidad, la inquietud cultural, el respeto a los demás y la libertad de pensamiento y acción eran y son valores universales, cotidianos e irrenunciables.

Con estas constantes vitales, no es de extrañar que la conciencia de clase prendiera en el corazón y la mente de Pablo con la misma fuerza que el evangelio en los apóstoles de Jesucristo, y precisamente por esta razón inicia su militancia sindical siendo muy joven.

Sindicalista por vocación, convicción y sentido de la responsabilidad, Pablo es un trabajador nato, y un idealista desvelado en la defensa de los derechos y deberes de los trabajadores. Coherente con los principios que mamó en su propia familia, y valiente, nunca le tuvo miedo ni a la patronal ni a las decepciones surgidas en el ejercicio de su labor sindical.

Pablo Álvarez Fernández, con poco más de 40 años, es hoy un desempleado, ex trabajador de Duro Felguera y represaliado. Sí, sí, represaliado. En Asturias. En pleno siglo XXI.

Pablo, junto a un pequeño grupo de compañeros, se opuso con firmeza y sin miramientos a los sucesivos ERES, que significaron el cierre definitivo de la histórica Duro Felguera en el Valle del Nalón, justamente el lugar donde esta empresa que marcó la primera gran revolución industrial asturiana, había nacido.

Y fue represaliado con dureza. Pero no por la patronal - como sería lo previsible, por desgracia -, teniendo en cuenta la falta de cultura empresarial, política y sindical, y la ausencia de cintura negociadora que ha caracterizado la historia de Asturias en las últimas décadas, como si se tratase de un mal endémico, inextinguible y recurrente.

Pablo Álvarez, el ateo confeso, el padre ejemplar, el esposo comprometido, el sobrino admirador de su tía monja y misionera, el amigo sin fisuras, el eterno compañero, el obrero concienciado, el chiquillo lector y reflexivo que iba a los Dominicos en La Felguera, y que nació con la democracia, es hoy un represaliado, en un país libre, donde los sindicatos de clase no sufren persecuciones.

Pablo fue represaliado por su propio sindicato, la Unión General de Trabajadores.