Todas somos el futuro de Asturias

OPINIÓN

15 nov 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Leíamos con cierta sorpresa hace unos días un este artículo, que señalaba que el proceso de desamparo que sufren las comarcas mineras de Asturias, es culpa de quienes tratan de buscar solución al problema de como enfocar el futuro de nuestra región.

Y para ello, curiosamente, la apuesta es realizar una política continuista y carente de toda alternativa, apostando por las mismas prebendas que nos han llevado hasta aquí, y que incidirán en lo que el mismo artículo denomina «desertización» de las comarcas mineras. El carbón no puede ser la fuente de energía principal, debería ser como máximo una fuente de respaldo. Y a poder ser, no importando miles de toneladas cuando el nuestro es de mejor calidad. Será por patriotismo suponemos.

Habla de un aumento inminente del precio de la luz si se cierran las centrales térmicas, sin aportar estudio alguno que avale su afirmación. Animamos a leer el estudio de Natalia Fabra, profesora de Economía de la Universidad Carlos III de Madrid y premio «Sabadell-Herrero» a la investigación económica en 2014, que señala que si sustituimos la potencia energética de las centrales térmicas por renovables, el precio de la luz bajaría hasta un 3% y las emisiones de gases de efecto invernadero alrededor de un 60%, según la casuística.

No vendría mal consultar un estudio de Greenpeace de este mismo año, donde señala que en España es viable ir cerrando todas las nucleares y las térmicas de carbón de aquí a 2025, y poder cubrir hasta el 65% de la demanda energética con energías renovables, sin peligro de cortes de suministro ni problemas técnicos asociados.

Se puede preguntar al oligopolio eléctrico que piensa sobre esto, a ver si así se obtiene una respuesta que todas podamos conocer, sobre cuáles son las razones reales para el cierre de la minería y que la factura eléctrica a consumidores y empresas se encarezca de todos modos, sean cuales sean las condiciones meteorológicas.

También se puede uno preguntar para que ha servido la tormenta de millones procedentes de fondos europeos que han inundado las comarcas mineras de toda España. Dichas ayudas contenidas en diversos Planes del Carbón, estaban destinadas a facilitar el cierre de las explotaciones.

Entendemos que para algunos, hablar de Europa es sinónimo de imposición cuando los temas que propone no nos interesan. Pero desde la Comisión Europea han dejado muy claro que 2030 es la fecha fin del carbón, y que cualquier instalación no rentable a partir del próximo año debe cerrar si no quiere tener que devolver las ayudas, salvo que invierta en mejoras tecnológicas y ambientales.

No es lógico hablar de soberanía energética, cuando somos uno de los países más dependientes del exterior por culpa del consumo indiscriminado de combustibles fósiles, en lugar de solventar esa dependencia a través de la apuesta decidida por las energías renovables. De hecho Asturias es exportadora neta de energía al resto del país, generamos un 4,5% del total y consumimos un 4%, con datos de 2017. 

Pero no se habla de las subvenciones al carbón y a los combustibles fósiles que pagamos en nuestra factura, ni de la forma en que las empresas pueden ganar competitividad a través de una bajada en los costes energéticos asociados a la energía verde, la innovación y el aprovechamiento de las infraestructuras heredadas del carbón, para el desarrollo de nuevos proyectos empresariales que den un golpe de timón al modelo de las comarcas mineras.

Resulta que los ataques al carbón vienen perpetrados por un sector de ‘etiqueta verde’, y se olvida de los miles de millones de euros dilapidados en megainfraestructuras inutilizadas, más paro, empresas creadas ex profeso para cobrar subvenciones, y en definitiva, un dinero que ha servido para aumentar la desigualdad, las emisiones de carbono y el ensombrecimiento de unas comarcas mineras que han recibido la misma receta durante 30 años.

La condena a la desertización de las cuencas ha sido precisamente la apuesta de nuestros gobernantes por la inacción y los acuerdos de mínimos. Se puede innovar manteniendo el legado del carbón, pero tiene que haber un compromiso ambiental inequívoco, ligado a la reactivación de las comarcas mineras y al crecimiento sostenible.

La descarbonización de la economía es inminente, y la transición ecológica es imparable. Deberíamos instar a todos los grupos parlamentarios, sindicatos y sociedad civil, a sumarse a construir un futuro en clave verde, la única alternativa posible para devolver la dignidad a las comarcas mineras y a nuestro Paraíso Natural.

Apostar por un pasado nostálgico que no volverá, no nos beneficia en nada; pedimos valentía para ser capaces de superar las cenizas del carbón y apostar por una transición que mantenga el empleo actual y que genere nuevos empleos en sectores como la agroecología, nanomateriales, transporte, recuperación de espacios naturales o turismo sostenible, contando con todos los agentes implicados.

Todas somos el futuro de Asturias; el de las comarcas mineras, la zona central, oriente y occidente. La transición ecológica debe y tiene que ser el elemento vertebrador de nuestro territorio y de un futuro próspero.

Pensemos global, actuemos local. El futuro será verde o no será.