La vendedora de sogas

OPINIÓN

22 nov 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

El amargo episodio que ha sufrido la actriz Aina Clotet al ver cómo se le iba de las manos un papel en una serie feminista dirigida por la actriz y directora feminista Leticia Dolera por estar embarazada, es el amargo papel discriminatorio y machista que sufren miles de mujeres a diario. A las que sufren este y otros episodios (no de una serie, se entiende) en el ámbito laboral, la gente decente le ofrece o debería ofrecer su apoyo y comprensión. Llegado el momento, ese apoyo debería adquirir la forma de lucha sindical. Pero en este caso, parece que lo que sufra Clotet es lo de menos. Los hay que se ponen de perfil y las hay que defienden a la Dolera por aquello de la sororidad, pues se ve que Aina Clotet no la merece, o la merece menos. Si quería sororidad que se hubiera hecho estrella del feminismo pop.

Que existan figuras intocables o a las que tratar con guante de seda en el caso de que se equivoquen, con maldad o sin ella, esto de las vacas de la India, adquiere formas perversas. A la Dolera las culpas le vienen grandes, y el enemigo no es quien comete la infracción o el hecho reprobable, sino algo holístico e intangible: el patriarcado, el capitalismo, la sociedad, el sistema. No seré yo quien niegue que en ellos existe buena parte de culpa, pero es que uno no puede ir al juzgado a denunciar a la sociedad y no va a venir un juez, como en aquel sketch de Monty Python, a decir que detengan a la sociedad, pues no hay cárcel que nos albergue a todos y no puede haberla.

Estas alusiones a lo intangible tienen consecuencias. Comentaba un amigo ayer que dos compañeras del sindicato acudieron a una charla a proponer soluciones legales para tratos discriminatorios hacia la mujer en el ámbito laboral, pero fueron recibidas con un «no, es que aquí tratamos un aspecto más sociológico, más de la mujer». Así que para algunas, la evidente discriminación laboral que sufren las mujeres no es un asunto de la mujer, ni el sindicato es un asunto de la mujer, ni nada que no sea escuchar a alguien hablando de luchas difusas y desenfocadas, es de suponer pasando por caja, lo es, pues la mujer no es de este mundo. Sería como una misa si no fuera porque hasta los curas saben que las mujeres habitan la misma realidad que los que no lo somos.

Puestos a malpensar, se puede llegar a la conclusión de que es muy fácil erigirse en líder o referente de movimientos sociales si al trabajo habitual se le añade que se es activista hasta el punto de que sea difícil desentrañar dónde empieza una cosa y termina la otra. Como todo negocio, al final lo que prima es el dinero, aunque en descargo de algunos hay que decir que muy probablemente el dinero siempre estuvo en el fin perseguido y no fue una consecuencia del sistema, del patriarcado, del neoliberalismo, de la sociedad ni de nada que no sea la propia voluntad. Todo lo demás son excusas que se ponen para salvaguardar la gallina de los huevos de oro, para poder aprovecharse de las peores facetas del sistema contra el que dices luchar . La ventaja del capitalismo frente a cualquier otro sistema es que es capaz de venderte hasta la soga con la que lo vas a ahorcar, y en esas, precisamente, están algunas: vendiendo sogas.