Ahora que vamos hacia el invierno parece lógico que se produzcan anuncios de temporal, fuerte temporal y tormentas varias. Con lo que no contábamos muchos de nosotros es con la que se avecina en Cataluña, porque el intento de apaciguamiento del presidente Sánchez parecía que podía calmar los ánimos levantiscos de los independentistas pero, por lo visto, no está dando los resultados aguardados. Así a lo que asistimos en los últimos tiempos es a una continua escalada de amenazas, tensión e incidentes, algunos de gravedad, que se han cerrado con la pasividad de los mossos por órdenes superiores, la libre actuación de los CDR, pero, sobre todo, con el anuncio de Quim Torra de que la vía eslovena, la de la guerra con sesenta muertos y 300 heridos, es el modelo a seguir.
Nos van informando de sus planes a pequeñas dosis. Las movilizaciones y las revueltas se han institucionalizado. Desde el Govern no solo se consienten, sino que se alientan y ello llevó a un clima de tensión, cuyo final resulta difícil de adivinar. De seguir por este camino, es más que seguro que cualquiera de estos días puede producirse una situación cuyo control resulte ya imposible.
Y en este escenario quizás convendría saber si con sus llamamientos a la insurrección «con todas sus consecuencias», Torra está incurriendo en algún tipo de delito.
Por ejemplo en dejación de funciones, en apoyo a los desórdenes y en instigación a la revuelta y a la sublevación. Entre otros.
Por eso el aviso que lanzó el Gobierno de volver a hacerse cargo de la situación, a la vista de lo que acontece, no puede pillar desprevenidos a quienes alientan los incidentes porque son los primeros que han de reconocer que el clima se está haciendo irrespirable.
Y puede que el viernes 21, con la presencia del Gobierno, marque una nueva etapa. Porque si, como parece, se logra bloquear y colapsar Cataluña, la tormenta será inevitable.