La ciudad de los perdedores

OPINIÓN

15 dic 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Gijón. Octubre de 1984

-«Un estudiante de 19 años resultó muerto ayer en Gijón de un disparo en el pecho cuando un grupo de manifestantes se disponía a levantar una barricada, dentro de las movilizaciones convocadas ayer en distintas ciudades para oponerse a los planes de reconversión naval».

-¿Dónde estás leyendo eso Chavela?

-En el diario El País, Javier.

-La cosa se está poniendo muy jodida en este país Chavelita, este gobierno es un puto fraude y va directamente contra la clase trabajadora, y cuando hayan acabado con ellos, irán a por nosotros, la clase media. Creo que no hicimos bien en regresar de Venezuela, pensando que una vez muerto Franco, España iría mejor.

-No digas bobadas, Javi. A pesar de todo y de estas cosas horribles que ocurren a veces, yo estoy encantada aquí en Gijón, me gusta la ciudad, el ambiente, es tal cual como me la había descrito el abuelo. ¡Pobre abuelo! Desde que estamos aquí, me acuerdo muchísimo de él. ¡En Caracas echaba tanto en falta España! Y Asturias, Asturias fue el amor imposible de su vida, se fue de este mundo pensando por qué habían fracasado en la Guerra Civil, y sobre todo por qué habían llegado hasta la Guerra Civil… ¿Sabes una cosa, Javi? A veces me gustaría ser una activista anarquista, como el abuelo. Me gustaría ser tan idealista como él y ayudar a mejorar la vida de los demás…

-Chavelita, a veces me sorprendes con esa faceta tuya de «revolucionaria de salón»… En fin, eres un amor, pero necesitas aterrizar en el planeta tierra. Mi querida Chavela, los idealistas como tu abuelo están todos muertos, y nadie se acuerda de ellos. Estos que nos gobiernan son los primeros que han traicionado su legado y su memoria.

-No hables así, tenemos que darles un voto de confianza… Mira, voy a decirte una cosa, en esa asociación de mujeres a la que me apunté hace unos meses, se respira mejor, sopla un viento fresco, aires de libertad, tenemos ganas de aprender, de hacer amistades, no sé, de hablar, de colaborar en proyectos para apoyar a otras mujeres que lo están pasando mal… ¡Es el espíritu de mi Gijón, el que siempre me mostró el abuelo!

-Pues me parece genial, Chavelita. Si te hace feliz ir a ver esa gente y ayudar, y de paso estar entretenida, yo estoy encantado, aunque no creo demasiado en todas esas historias.

-Ay Javi, tú y tu exceso de pragmatismo, siempre convirtiendo en prosaico todo lo que tiene dosis de poesía, de lírica…

-¡Qué quieres, cariño, yo soy de números, ya lo sabes!

-Bueno, un beso marido, me voy a los recados y luego pasaré por la asociación, que hoy tenemos reunión.

Chavela cogió su abrigo, y una bufanda verde, y se la puso alrededor del cuello. Salió de su casa pensativa, no lograba quitarse de la cabeza a Raúl Losa, el estudiante tiroteado durante las movilizaciones de los trabajadores del sector naval.

Caminó con paso decidido hasta el local de la asociación. Cuando llegó allí estaban varias mujeres, y una de ellas, Mari, le dijo: «Traes mala cara Chavela, ¿Te pasa algo?».

-No…Bueno sí. Estoy impresionada con lo de Raúl Losa, y estoy preocupada con lo que está pasando, todo tiene mala pinta.

Mari tomó la palabra, como si fuera una especie de portavoz o de líder del grupo que estaba allí reunido, o como si de un improvisado parlamento se tratara.

-Ni mala ni buena pinta, Chavela. Esta es la historia de siempre en España… A los de abajo siempre nos toca la peor parte, y no va a ser fácil cambiar esa realidad. Pero si no lo intentamos, siempre nos quedará mala conciencia, así que lo que nos toca es seguir en la lucha diaria, y en esa lucha, chicas, las mujeres tenemos mucho que decir. Porque somos madres, hijas, hermanas, esposas, trabajadoras en casa y fuera. ¡Somos el pilar sobre el que se fundamenta la sociedad! Y con esa conciencia tenemos que vivir y pelear, y crear un movimiento de solidaridad entre nosotras, que ayude a las que peor están, y que forme a nuestros hijos para el mundo que se avecina. La lucha del sector naval es solo el principio de la lucha obrera en esta democracia recién estrenada, y créeme, Chavela, que sé de lo que hablo, `porque cuando llegué a Gijón, a principios de los sesenta, apenas levantaba dos palmos del suelo con cinco añinos. Vine con mi padre (mi madre había fallecido dos años antes), y con dos hermanos varones. Llegamos de Sama de Langreo con lo puesto, y mi padre empezó a trabajar en el Dique. Unos años después, cuando ya eran chavalinos, entraron los mis hermanos también en el naval.

-Ayer el mi hermanu Manolo estaba en la calle Manuel Llaneza, cuando mataron a Raúl…, -prosiguió con voz entrecortada Mari, que poco a poco había pasado de arengar en un impecable castellano, a usar el bable a medida que regresaba a sus recuerdos de infancia y de familia.

-¡Dios mío Mari! ¿Y tu hermano vio lo de Raúl?

-Si, te dije que estaba allí, en la movilización, matizó de nuevo Mari, que se quedó callada y cabizbaja.

Chavela cayó en la cuenta de repente, como cuando se alza el telón en el teatro y aparece la escena, de que en la asociación la vida de cada una de aquellas mujeres era distinta, y en muchos casos no era fácil. En realidad se sintió una auténtica privilegiada, porque ella no había pasado penurias ni en la infancia ni en la juventud, y su matrimonio ? con sus más y sus menos, como casi todos ? funcionaba. «Después de todo Javi es trabajador y no es gastizo, y no me tasa el dinero, todo lo contrario, yo soy la administradora en casa, y hago y deshago a mi antojo», pensó para sí en aquel momento.

En aquella fresca mañana de un día de octubre las mujeres de la asociación tomaron la decisión de formar un grupo de trabajo para ofrecer ayuda a las mujeres en apuros, ya fueran separadas, madres solteras o casadas que sufrieran malos tratos y no se atrevieran a denunciar la situación.

-Traes cara de cansancio Chavela -le dijo Javi a su mujer cuando la vio entrar por la puerta de casa.

-No es cansancio, estoy impresionada Javier. Una de las chicas con las que mejor congenio en la asociación es hermana de un trabajador del naval, y estaba ayer presente cuando mataron a Raúl Losa, y me contó un poco de su vida, y…

-¿Y qué Chavela? ¿Qué pasa? Es dura la realidad de esta tierra, ¿verdad?

Chavelita asintió atribulada y se acercó a su marido buscando una caricia, como una niña pequeña que busca el regazo materno…

-Tengamos un hijo Javi, me muero de ganas de ser madre, y además, creo que es el momento, sino se nos va a pasar el arroz, porque somos jóvenes, pero tampoco unos críos.

-Pues venga, nos ponemos a ello ya  -dijo Javier sonriendo, entre satisfecho y resignado- ¿Qué estás pensando Chave?

-Pues que me gustaría que fuera un niño, y que conociera Venezuela, que viera donde me crié y donde hizo su vida el abuelo después de la Guerra Civil…

-¿No prefieres Asturias para nuestro futuro hijo, si llega? -apostilló Javier con gesto de preocupación.

Chavela mudó su expresión, que pasó a ser dubitativa.

-No sabría muy bien qué decirte, no me gusta el rumbo y el tono que toma este país. Para estar recién muerto Franco, como quien dice, la democracia no despega, Javi; el rey me parece un fantoche, mucha estampa pero poca chicha, creo que la restauración monárquica ha sido una engañifa y que siguen mandando los de siempre…

Javier la interrumpe.

-¡Ay Chavelita! Vamos camino de un bipartidismo estéril, improductivo, y parece que ninguna voz se alza para advertir y recordar los males que el turnismo en el poder generó en este país… Vamos de cabeza a repetir los mismos errores y vicios que en el siglo XIX y principios del XX. Con una izquierda que me temo no va a estar a la altura de lo que el pueblo espera de ella. ¿No te das cuenta que Felipe está desmantelando Asturias? No va a quedar nada Chave, ni minería, ni siderurgia, ni pesca, ni ganadería, ni agricultura, ni sector naval ¡Van dejar esto como un solar!… Ese el impuesto revolucionario que nos hace pagar Europa para acogernos en su seno y tener un mercado cautivo…

-¡Javi! Uff… No sigas, por favor, cuando te escucho tengo la sensación de que tendremos que coger las maletas otra vez para buscarnos la vida fuera de aquí.

-Chavelita, amor mío, si tenemos que coger la maleta otra vez, pues se coge, no vamos a enterrar aquí todos nuestros ahorros ni nuestras ilusiones, y mucho más, si tenemos un hijo. ¡No quiero que tenga pasar por lo que yo pasé! -remató enérgicamente Javier.

Los días, las semanas y los meses transcurrieron en Gijón para Chavela y Javier, entre la esperanza y el escepticismo. Las expectativas personales y laborales con las que habían llegado de Venezuela no parecían tomar el camino que ambos deseaban, pero un indescriptible y tozudo sentimiento de arraigo los hacía dejarse llevar y confiar en que un día se despejarían los nubarrones que se cernían sobre una Asturias condenada a un lento y doloroso desmantelamiento económico y social. En realidad, nada en Gijón era como ellos se habían imaginado pero estaban a gusto: El Muro de San Lorenzo, las brisas y neblinas del Cantábrico, los barcos hacia El Musel, las risas de los niños a la orilla del mar… formaban su singular universo.

Para Javier los recuerdos de una infancia y adolescencia idílica en la ciudad fluían como una cascada, y para Chavela era como vivir en un escenario de película, de la película que tantas veces le había proyectado la nostalgia y la fuerza de un anarquista que nunca se resignó a perder su país del alma…

Un buen día amaneció Gijón iluminado por un sol de primavera, y Chavela se despertó temprano, se arregló y se fue a la asociación. Había quedado allí con su amiga Mari, que estaba trabajando incansablemente con un caso bastante agudo de malos tratos…

-Hola Mari, ¿cómo va ese asunto? ¿El de la chica que te trae tan preocupada, me refiero?

-Solo regular Chave, al final ella no se decide a denunciar, él la tiene acobardada, ya sabes, es un tipo con prestigio profesional, que gana mucho dinero, al que la gente adora, porque es un gran pediatra que ayuda a niños con problemas y a sus familias… ¡Me cago en la mar de Oviedo! ¿Cómo ye posible chavala? Un tío de clase media, bueno de clase alta, que lo tien todo y no respeta la su muyer, ni a los sus fíos claro, porque mira Chavela, el que no respeta la muyer, non respeta a nadie ¡Rediós, cuánto farsante hay en esta puñetera sociedad!

-¡Tranquila Mari! Tú y todas las mujeres que estamos en la comisión hacemos todo lo que podemos y sabemos, pero al final la decisión clave de una denuncia es personal e intransferible e influyen muchas circunstancias… ¡Si no hubiera sentimientos de por medio, emociones, recuerdos, miedo, dolor! ¡Es tan complicado, Mari!, concluyó enérgica Chavela que, de pronto, cambió de tema.

En realidad estaba impaciente por compartir la buena nueva con su infatigable y solidaria amiga.

-¡Por fin, estoy embarazada, Mari!

-¡Chave! Dame un abrazu, no sabes cuánto me alegro… Bueno, enseguida tendremos guaje nuevu - o guaja - en la asociación…

Las dos ríen como adolescentes, y se entregan a las confidencias personales, porque además Mari se ha echado un novio hace poco…

-¿Y tú qué? ¿Cómo va el romance con ese galansote, Mari?

-Ay, toy muy enamorada Chave, muncho. Ye muy cariñosu conmigo, tol día está pendiente, y ya me propuso pa dir a vivir juntos, pero yo nun quiero ir tan aprisa, además ta mi pa, que ye un poco chapau a la antigua, ya sabes… Pero siéntome muy a gusto…

Los meses siguientes pasaron para Chavela absorta con su embarazo y parto, aunque no perdió el contacto con la asociación y procuraba estar al corriente de los acontecimientos y de las actividades.

Y así fue como un 15 de agosto, festividad de Begoña, vino al mundo Alejandro, trayendo consigo toda la alegría de un día no laborable.

Ahora ya eran tres. El pequeño Alex crecía despreocupado, viendo el mundo desde la privilegiada atalaya que era el carricoche de su madre. Bebía los vientos del Cantábrico con la misma fe que lo habían hecho sus antepasados, los mismos que habían tenido que hacer el equipaje para salvar la vida o para sacudirse el hambre. Muy pronto, el pequeño Alex haría la primera maleta de su vida…

-Chavela, ¿Vas a ir hoy a despedirte de tus amigas de la asociación?

-No Javi, iré la próxima semana, cuando ya lo tengamos todo más organizado y cerrado. En el fondo, me da mucha pena irme, sé que nos vamos a emocionar todas, y además, yo en estos meses no les había comentado nada… ¿Pensabas que lo del trabajo se iba a arreglar, eh amor mío?

-Sí, Javi, mi corazón me decía que podía haber una solución, al tiempo que la cabeza me ardía, como una galería de mina inundada por el grisú…

-Es mejor así, Chavelita, este país no tiene solución, siempre en manos de comisionistas, políticos hambrientos, pistoleros bendecidos por la Iglesia católica, empresarios dispuestos a dejar los sobres donde les pidan, y la restauración monárquica es una falacia, el Borbón es el primer golpista y corrupto…

Chavela no tuvo valor para ir a despedirse de sus amigas, ni tampoco para llamarlas por teléfono. Les envió una carta, cuyo contenido fue siempre una incógnita para Javier.

«Mi querida Mari: Javi y yo llevamos casi un año dándole vueltas a la cabeza sobre nuestra vida aquí, y con inmenso dolor de corazón hemos tomado la decisión de volver a América, a probar suerte. Nos vamos a Costa Rica, a poner un negocio, ya que tenemos algunos ahorros y algunos bienes. Hemos decidido apostar fuerte, veremos cómo sale la aventura. Sea como fuere las amigas que hice en la asociación durante estos años son uno de los tesoros más preciados de mi vida y no quiero perderos Mari. Diles a las demás que las quiero mucho y que cuando esté más centrada en mi nuevo destino, me pondré en contacto con todas ustedes, una a una.

Y usted Mari, cuídeseme mucho, cuide de su padre y también de su galansote, y siga cuidando de todas nosotras, de las que hemos tenido suerte con nuestros maridos y compañeros, y de las que no.

Mari, mi Mari, esa Mari brava de la cuenca minera de Asturias que yo más adoro, la del Nalón, eres un ejemplo de dignidad y de lucha por los derechos humanos. Eres mi inspiración para defender a otras mujeres.

Mi querida Mari: si mi abuelo Manolo, el anarquista, te hubiera conocido, habría caído en la cuenta de que su lucha por los ideales de la república no fue estéril. De que hay un caldo de cultivo de personas idealistas y libres que quieren cambiar este país.

Te quiero Mari.

Hasta siempre Chavela».

Una lágrima lenta se deslizó por la mejilla de Mari, al leer aquella no despedida de Chavela, y sus grandes ojos azules como el cielo, miraron hacia el océano, como queriendo encontrar la dulce sonrisa de aquella 'sudacastur' que había sido su confidente, y su leal y discreto apoyo en aquellos primeros pasos de sus reivindicaciones por los derechos humanos, y en particular por los derechos de las mujeres.

San José de Costa Rica. Octubre de 2014.

Chavela y Javi ya peinan canas. Hace sol, como siempre en San José, y sudan hasta las paredes del local en el que el matrimonio se afana por vender ropa y complementos de mujer. Los dos tienen un aire cansado, como si la humedad tropical hubiese hecho mella en unos cuerpos que llevan mucha batalla encima.

-¡Cuánto echo en falta Asturias, Chave! ¡Daría media vida por volver a Gijón! ¿Y tú?

-Ay marido, siempre estás igual, pero últimamente te noto más melancólico que nunca… Para decirte la verdad yo también echo en falta mi Gijón -le susurra Chave a Javier.

-¿Qué te parece si volvemos, ahora que ya nos queda poco para jubilarnos? -dice Javi, con voz mimosa e insegura.

-Pues como casi siempre, no sé qué decirte Javier. Álex ya es un hombre y está hecho a esto…

-Sinceramente, Chave, creo que al chaval no le importaría en absoluto hacer las maletas y regresar a Asturias -dice Javi, con una seguridad como surgida del amor de padre.

-No sé, no sé, habrá que preguntarle -titubea Chavela.

De pronto se suma a la escena de familia el joven Álex: «¿Puedo opinar?», y sus padres asienten al unísono y casi instantáneamente.

-Yo quiero volver a Asturias. Me encantaría conocer la tierra en la que nací, la tierra que tanto amó mi bisabuelo. Era muy pequeño cuando vinimos y tengo algunos recuerdos, pero pocos y vagos -comentó Alejandro con la seguridad que da la juventud sin -miedo.

-Pues nada, habrá que ponerse manos a la obra una vez más, e ir pensando cómo arreglamos todo para desembarcar en El Musel, aseveró Javier con una inmensa sonrisa de satisfacción, como quien acaba de aprobar una dura oposición ante el tribunal más exigente.

-¡Ay, y yo podré ver a Mari y a todas mis amigas, y ayudarlas en los temas de maltrato de género, que me han dicho que está macanudo en España ahora! -dijo Chavela con una emoción contenida.

-¡Y yo también quiero ayudar en esa asociación, mamá! ¡Quiero ayudar a que las mujeres se libren de los tipos que no las respetan y las maltratan! -intervino con profunda convicción el joven Alex.

De pronto, Chavela quedó como triste: «Por cierto Javi, ¿Sabes qué día es hoy? Hoy hace 30 años que mataron a Raúl Losa…»