Acabamos de celebrar tu cuarenta cumpleaños sin que algunos se hayan dignado en excusar su asistencia a tu multitudinaria fiesta. No obstante no debemos preocuparnos. Son los de siempre. Aquellos que gracias a tus logros se pueden permitir armar camorra día sí y día también. Y es que tú, Constitución Española de 1978, como corre sangre de Voltaire por tus venas haces propia la frase del francés. «No estoy de acuerdo con tus ideas, pero daría mi vida por defender tus derechos para expresarlas». Una gran dama respetada por casi todos y odiada por los que hacen del odio su razón de ser. Por esos fascistas y xenófobos que quieren que dejes de ser su Carta Magna. ¿Que necesitas pequeños retoques? Evidentemente. Como cualquiera. Pero sin perder tu verdadera esencia de instrumento vertebrador de una España antaño enfrentada y hoy más unida que nunca por mucho que a algunos les pese. Como costó tanto tu alumbramiento te cuidaremos como nuestro tesoro más preciado y, si los que tanto te amamos no estamos para ver cómo cumples cuarenta años más, sí lo estarán nuestros hijos y nietos. Les dejaremos encargado que lo celebren por todo lo alto. Te debemos demasiado para no proceder de tal manera.