Yo no soy español, ¿o sí?

Enrique Clemente Navarro
Enrique Clemente LA MIRADA

OPINIÓN

M. MORALEJO

31 dic 2018 . Actualizado a las 07:48 h.

Estas Navidades me he enterado de que no soy español. Estaba convencido de que sí lo era, un ciudadano que paga sus impuestos, cumple la ley y se siente muy a gusto en su país, a pesar de sus imperfecciones. Pero, ¡ay de mí!, detesto los toros y la caza, es decir, matar animales solo por placer, no pongo el belén (miento, siempre saco por esta fechas uno que compré hace muchos años en Ayacucho, una cajita con puertas dentro de la cual se arremolinan las figuras), no celebro el nacimiento de Jesús (entre otras cosas, porque no se sabe cuándo nació, aunque fundamentalmente porque no creo en dogmas ni religiones, aunque admito que el hecho de que haya tanta gente que se crea el de la Santísima Trinidad tiene mucho mérito) ni canto villancicos. Tampoco celebro la Semana Santa ni asisto a procesiones. Algunos políticos de la derecha, con el ínclito Teo García Egea a la cabeza, me han abierto los ojos: no soy español. Al menos no como ellos lo entienden. «Al que no le guste [todo lo dicho anteriormente] que se aguante», nos abroncó hace poco el número dos de los populares. Cierto es que considero que España es un gran lugar para vivir, uno de los países con mayor esperanza de vida y de los más seguros del mundo, con una sanidad pública para todos, incluidos los inmigrantes, líder en trasplantes y fecundación asistida. Pero eso no me otorga el carné de español, según quienes se reservan el derecho a concederlo. No pongo ninguna bandera en el balcón ni llevo el himno nacional como tono en el móvil, ni pulserita con la enseña nacional. No grito «¡viva el Rey!» ni le doy las gracias por nuestro Estado de bienestar, sino que se las doy a los trabajadores, españoles y extranjeros. Nunca seré español y mucho español para ellos. ¡Qué se le va a hacer!