El depredador atemporal

Yashmina Shawki
Yashmina Shawki CALEIDOSCOPIO

OPINIÓN

Pedro Puente Hoyos

14 ene 2019 . Actualizado a las 08:37 h.

Nuestras abuelas y madres tuvieron que luchar mucho para sobrevivir y mantener a su familia, en una época en la que la pobreza era general. Viudas, casadas o solteras tenían que ayudar a la familia con trabajos mal pagados y largos horarios además de cuidar de los mayores, los enfermos, los discapacitados y atender la casa. La guerra civil, la posguerra y las represalias posteriores dejaron a la mayoría sin recursos económicos en un tiempo en el que la ultracatólica España reservaba un puesto de sumisión, rectitud y religiosidad a la mitad de la población, pero les ofrecía pocos y mal remunerados puestos de trabajo. Ni hablar de una educación superior. Pero, aun así, siguieron peleando para que, llegados los setenta, sus hijas y nietas pudieran tener los derechos de los que ellas carecieron, entre los que se encontraba el acceder a una formación y con ello a empleos dignos y bien pagados. Nos enseñaron que el esfuerzo y el estudio tenían como recompensa la seguridad de un futuro estable en el que podríamos competir en condiciones de igualdad con los hombres. Pero también nos aleccionaron a no salir solas por la noche, a regresar a una hora prudente a casa, a coger un taxi si era muy tarde, a no beber de una copa si la habíamos perdido de vista. Porque, nuestras abuelas y madres, las que conquistaron a pulso cada uno de los derechos que ahora tenemos, eran muy conscientes de que había uno que era casi imposible lograr: la seguridad frente al depredador.

Porque ese depredador que acecha en las fiestas, en una esquina amparado en la noche y en un grupo, el que te mira detrás de la mesa de un despacho sabiendo que necesitas el trabajo, se acerca y te pone la mano sobre la rodilla, ese depredador, por desgracia, es atemporal. Tan atemporal como las manadas que drogan y violan a jóvenes, aunque ahora lo graben en vídeo.