La vida no tiene VAR

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

15 ene 2019 . Actualizado a las 08:35 h.

la vida está llena de bares, pero no tiene VAR. No hay moviola. Hay que vivir sin replay sin borrado. El guion de la película El día de la marmota no existe, aunque, a veces, las jornadas con sus juegos reunidos se parezcan horrores a otras. El clásico latino referido a las horas no falla: todas hieren, la última mata. Escuchas al padre de la española que murió por la explosión de gas en la panadería que tenía enfrente del hotel en el que estaba alojada en París. Escuchas el relato punzante de ese padre destrozado: «Él estaba en la cama cuando pasó, pero a mi hija le alcanzó de pleno. La explosión arrancó el marco de la ventana y le dio en la cabeza. El pobre no para de repetir que, si llega a haber sido dos minutos antes o dos minutos después, Laura estaría viva. Dos minutos antes, mi hija estaba en la ducha y no le hubiera pasado nada. Dos minutos después...». Dos minutos antes, dos minutos después. Nunca caemos en que vivimos en tiempo real hasta el segundo antes de caer. Aquella otra frase de Lennon: «La vida es aquello que te va sucediendo mientras estás ocupado haciendo otros planes».

Es una tontería pensar en que el fin de semana será espectacular. Hoy, martes, es un día estupendo. No hay seguridad ni planes de pensiones sobre más. El relato del padre se torna más agobiante cuando se sabe que Laura tenía tres hijos (el mayor de diez) con su marido y nunca había ido al extranjero. Su aventura en París fue un regalo de él, el yerno de ese padre que ni siquiera puede todavía articular palabra. Él, en la cama, se salvó. Ella se duchó rápido para volver junto a sus hijos, después de dos días en los que hasta el aeropuerto ni siquiera sabía a dónde iba a ir. Era una sorpresa. Llevaban juntos desde los 16 años y el sueño de ella era un viaje de enamorados a París.

El carácter o el destino. ¿Podemos escribir nuestras vidas? Claro que se puede, pero sobre la baldosa del presente, más allá solo hay un acantilado de niebla. Sucesos que hielan la sangre, como el de el crío de dos años que se perdió en ese pozo de Málaga, justo a un matrimonio que había sufrido la muerte de otro hijo de tres años. La fatalidad no consulta el censo. Amárrense a las horas de hoy, a los minutos, a las caricias de los segundos. Lo demás es hambre que no se sacia.