Políticos y poder

Carlos G. Reigosa
Carlos G. Reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

casa blanca

24 ene 2019 . Actualizado a las 07:39 h.

Quizá el día clave en la vida política de Pedro Sánchez fue aquel en el que descubrió (¡y decidió!) que lo importante no era tener razón, sino ser tenaz hasta lo temerario. Y en ello parece estar. Convencido de que hay un camino que lleva del poder al poder sin separarse nunca del poder. Porque el poder es el sustantivo clave en la expresión de su ideario. Él sabe que, como dijo Balzac, «todo poder es una conspiración permanente». Y por ello conspira, maniobra, intriga, maquina, enreda, urde, proyecta, acuerda…, buscando la continuidad en el palacio de la Moncloa.

En este sentido, quizá podría afirmarse que Sánchez y Trump (tan distintos, tan distantes) tienen algo muy importante en común: su absoluta confianza en nuestra mala memoria. Quizá por ello ambos hablan de un asunto tras otro, según su conveniencia, y sin ningún sentido de la verdadera naturaleza o entidad de las propuestas políticas que lanzan (y que luego mantienen u olvidan con desenfado, según el provecho o beneficio que les retribuyan). Es como si quisieran someternos a un bombardeo de opciones entre las que los ciudadanos pudiésemos elegir, pero que en realidad no existen, porque, cuando les prestamos atención, ya han perdido su vigor o han sido superadas por otras.

No quiero establecer mayores paralelismos entre Sánchez y Trump porque creo que, en general, no los hay. Pero cuando hablamos de políticas erráticas y de ambiciones desmedidas, los extremos se tocan. Basta con observar los nuevos políticos que han emergido últimamente en el mundo (Matteo Salvini en Italia, Jair Bolsonaro en Brasil, etcétera) para darse cuenta de que hemos perdido el buen carril de la política responsable para internarnos en un aventurerismo incierto que no quiero juzgar, entre otras cosas porque aún no está claro de qué va y, menos aún, de qué va a ir.

Lo seguro es que algo está cambiando y es de temer que no sea a mejor. En política, lo importante no es tener razón, sino que te la den. Y muchos políticos andan ahora detrás de eso, es decir, detrás de los votos. Ahí termina su fulgor. Y por eso siguen prometiendo construir puentes incluso donde no hay ríos, como bien decía el soviético Kruschev.