El trágico hundimiento de Venezuela

OPINIÓN

26 ene 2019 . Actualizado a las 10:25 h.

Venezuela ya es un Estado fallido. Ni se puede reducir su problema al derrocamiento del dictador, ni creer que su solución depende de una bucólica transición. Porque lo que espera al sucesor de Maduro es un país económicamente arruinado, socialmente dividido, sin una cultura democrática capaz de garantizar la transición, con los índices de criminalidad más altos del mundo, con un ejército privatizado al servicio de una casta corrupta, con un sistema productivo reducido a escombros, con una situación financiera y monetaria aterradora, con las clases medias en desbandada, y con dos estructuras institucionales paralelas y enfrentadas por su supervivencia. El problema de Venezuela ya no es Maduro, que más pronto que tarde se irá para Cuba, sino el incierto y trágico camino hacia la reconstrucción del país.

También hay que recordar que esta situación no cayó del cielo como una plaga de Egipto. Venezuela estaba abocada a este fin desde que Chávez inventó la Constitución bolivariana, que en el fondo no era más que una dictablanda populista encadenada al poder del propio Chávez. Y por eso debemos saber que este fin -que Maduro hizo más chabacano, corrupto e ignorante- no sería muy distinto -salvo la posibilidad de una dimisión con algo más de dignidad y estética- si Chávez siguiese vivo.

Durante la destrucción de Venezuela, que duró más de diez años, los países avanzados trataron su degradación democrática como un asunto interno, sin hacer nada para evitarlo. Y por eso tiene bemoles que empecemos ahora -cuando el estallido del polvorín puede depender del vuelo de un mosquito- a hacer experimentos con alternativas inciertas, que, en el supuesto de fallar, dejarán el país al borde de la guerra. Esta vez -¡y no por ir al revés!- estoy de acuerdo con Sánchez en que no debemos ser los primeros de la clase, ni dejar que Europa inicie caminos temerarios con los que luego no se comprometa. El tema es -ya lo sé- muy delicado, pero jugar al oportunismo es un error. Y para que vean lo que quiero decir les pongo ejemplos. Animamos el cambio democrático en Siria sin saber a quiénes apoyábamos, y todo acabó en un baño de sangre, en la destrucción del país y en el afianzamiento de Bachar al Asad. Jaleamos a los islamistas egipcios contra Mubarak, y acabamos apoyando, de manera vergonzante, al actual dictador. Bombardeamos Libia, por un pronto de Sarkozy, y dejamos un país arrasado y dividido, en manos de mafias y bandoleros. Apoyamos el Euromaidán, para abrir las puertas de Ucrania, y lo único que conseguimos fue meter a Putin en Crimea. Y así podríamos seguir con Irak, los Balcanes y tantos más.

Y no nos engañemos. Al final, si la paz de Venezuela dependiese de que dejásemos de vender bombas y fragatas, vendría Kichi, se pondría al frente de la manifestación y seguiríamos comerciando con los dictadores. Porque la historia, si no se cuenta entera, no vale para nada.