Sismógrafo

OPINIÓN

05 feb 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Los movimientos sísmicos aún siguen presentes en nuestro planeta Tierra. Y así, en geografía física se dice que hay zonas de frecuentes movimientos sísmicos y otras que los padecen más de tarde en tarde.

Sí, eso es cierto. Eso mismo sucede en la amplia y radial red de autovías y autopistas de la piel de toro. Hay firmes excelentes, líneas de asfalto que se pierden en el infinito y que produce hasta placer rodarlas con cualquier vehículo a motor.

Pero, ¡ay amigo! Si tu viaje se encamina hacia Asturias la cosa ya no es tan bucólica. Tienes que forzosamente desde Madrid, kilómetro 0 de nuestra red de carreteras, llegar a Benavente. Luego dirigirte hacia León. Y ahí el número siete. Setenta kilómetros de angustias (salvo un breve parche a la salida de la Villa del Conde del mismo nombre, Benavente) sometidos al sismógrafo que pueden llevar al traste con este perfecto aparato de medición de los movimientos sísmicos.

¿Qué político tendrá la valentía de circular de vez en cuando por esta joven autovía y no hacer nada por remediar tal entuerto?

Le daríamos el Premio Princesa de Asturias del sufrimiento de viajar por carretera. Y, por supuesto, entraría en El libro de los Guiness.

Pero, y aquí viene la alternativa, si decides desde Asturias trasladarte a Madrid o viceversa, te sales de Guatemala y te metes en Guatepeor. Sales del ALSA a trompicones y saltos de altura, y te metes en el Alvia «culo atrás» hasta León: 150 minutos para los mismos kilómetros. ¡Qué horror!

El asunto es que si echamos mano del libro de Historia, el tema del sismógrafo como el de la variante, tienen nombres y apellidos. Pero en este país ningún político rinde cuentas de su gestión. Y, peor aún, el pueblo pagador y sufridor permanece mudo, quieto, sin levantar la voz y reclamar justicia.

Hay quién dé más, la autovía de León a Benavente, o de Benavente a León, circular por el carril que marcan las normas de circulación es un tormento continuo, es vivir en tensión.