Irlanda y la sombra de la división

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado EL MUNDO ENTRE LÍNEAS

OPINIÓN

HENRY NICHOLLS | Reuters

09 feb 2019 . Actualizado a las 09:46 h.

La sombra de la historia es, a veces, tan alargada como la de un ciprés. Es el caso del viejo y apagado conflicto de Irlanda. ¿Quién iba a decir que, al final, el gran obstáculo para el brexit iba a ser la «cuestión irlandesa», aquel asunto que dominó la política británica durante décadas, en tinta y sangre, y que todos creían ya superado? Así es, sin embargo. El martes, la primera ministra británica, Theresa May, estuvo en Irlanda del Norte, tratando de tranquilizar a la comunidad empresarial. Y ayer viernes se reunía con el jefe de Gobierno de Irlanda del Sur, Leo Varadkar, para asegurarle, también a él, que su intención no es crear una «frontera dura» sino solo reformar la «salvaguarda irlandesa», el arreglo de fronteras abiertas entre las dos Irlandas tras el brexit.

La «salvaguarda» es una de las mayores objeciones de los diputados británicos a la hora de aprobar el plan de May para abandonar la Unión Europea, porque temen que se convierta en un cepo que les deje atrapados permanentemente en una unión arancelaria con la UE.

Lo curioso es que la frontera entre las dos Irlandas tiene poca trascendencia económica. Un 70 por ciento de las exportaciones norirlandesas se dirigen a Gran Bretaña, y del 30 por ciento restante más de la mitad no tienen como destino la UE. En dirección contraria, el comercio es prácticamente irrelevante: apenas un 1 por ciento de los productos de Irlanda del Sur van al norte. Ni siquiera es la ruta comercial principal entre Irlanda y Gran Bretaña. La importancia de la frontera es mayor, sin duda, para las localidades fronterizas; y unas 30.000 personas la cruzan diariamente. Pero la clave de la cuestión es más bien política: la pertenencia simultánea de Gran Bretaña e Irlanda a la UE proporcionaba una «sensación de unidad» política en la isla de Irlanda que resolvía, aunque fuese en el terreno de las apariencias, el conflicto de la división. La frontera no había desaparecido, pero el mercado único la hacía invisible. Más que levantar una frontera entre las dos Irlandas, el brexit vuelve a poner en evidencia que esa frontera existe, que nunca ha dejado de existir.

La salvaguarda, seguramente, seguirá en el acuerdo, porque a nadie se le ocurre una fórmula alternativa. Lo que intentará conseguir May es un garantía clara de que, una vez que acabe el período transitorio, la salvaguarda expirará. Para entonces se supone que se habrá cerrado un acuerdo entre Gran Bretaña y la Unión Europea que la haga innecesaria. Pero primero May tiene que pensar en qué fórmula quiere para la salvaguarda, lograr que Bruselas la apruebe y conseguir luego la sanción del parlamento. Y todo esto antes del 29 del mes que viene. No es extraño que se hable ya de una extensión del Artículo 50 para poder negociar algunos meses más. Mientras tanto, el proceso sigue atascado en esta frontera de menos de 500 kilómetros, trazada de forma apresurada, arbitraria y provisional en 1922, sobre los rescoldos de la guerra de independencia irlandesa, y que ha vuelto para vengarse.