Los líos de Sánchez

Carlos G. Reigosa
Carlos Reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

11 feb 2019 . Actualizado a las 08:42 h.

No sé si el presidente Sánchez se saldrá con la suya. Lo que sí parece claro es que todas las fichas que mueve -incluidas sus negociaciones frustradas, de momento, con los independentistas catalanes- las está colocando al servicio de su única causa: seguir al frente del Gobierno español. Algo llamativo, porque Sánchez es, sin duda, el presidente menos carismático que hemos tenido, aunque no se le puede negar que lucha con denuedo por convencernos de todo lo contrario, hasta el extremo de que continuamente comparece ante nosotros como un personaje providencial, justo en esta mala hora del desafío independentista catalán. Todos sabemos que al presidente socialista le urge alcanzar un acuerdo para poder evitar una convocatoria electoral inmediata, que él quiere demorar como sea. Y por eso lucha a brazo partido por un pacto que lo salve de ese aprieto. Pero, claro, todo tiene un límite, y ese límite sigue estando en la unidad de España, pese al revoltijo independentista catalán de relatores, mediadores o simples liantes de fortuna. Tienen razón los líderes del PP, Ciudadanos y Vox cuando denuncian que Sánchez parece querer rebasar fronteras con las que nunca se debe ni se puede jugar. La Constitución dice lo que dice y nadie está legitimado para forzar sus límites, que gozan de gran respaldo democrático. No hay lugar para una batalla de desgarramantas y Sánchez debe saberlo. Aunque en verdad asusta que no lo sepa, cegado por su ambición y por el control que tiene de un PSOE que parece concebido solo para servirlo a él. La realidad es que las recientes manifestaciones públicas han sido necesarias para impedir que la política española se convierta en una continua alarma, basada en los despropósitos de unos políticos independentistas y en los consentimientos de un líder socialista necesitado de apoyos para mantenerse al frente del Gobierno, siempre dispuesto a sembrar dudas sobre los límites de sus políticas o de sus acuerdos. 

Acaba de advertirlo con claridad Felipe González: «Las condiciones que ponen los independentistas catalanes para aprobar los Presupuestos son imposibles». Y nadie debería darle más vueltas a un capítulo ya agotado. Porque este camino no lleva a ninguna parte. Al tiempo.