No puede evitarlo. Cada vez que abre la boca o publica un mensaje en Twitter, la lía. Y es que no es un simple influencer o creador de trending topics como se suele decir hoy, sino que se trata, ni más ni menos, del presidente de Estados Unidos. Da igual el tema que toque, su opinión es seguro que va a ofender a muchos y es lamentable que, dada la repercusión que suele tener, no sea más cuidadoso sobre el contenido y el contexto de sus mensajes. Sin embargo, creo que es de justicia reconocer que, gracias a él, cuestiones que estaban relegadas al olvido vuelven al candelero.
Así, aprovechando la celebración de la Conferencia de Seguridad de Múnich de la semana pasada, con la asistencia récord de los representantes de cuarenta países del mundo, Trump ha reclamado la acción de los estados europeos, fundamentalmente, Alemania, Francia y Gran Bretaña, en relación a los yihadistas y sus familias capturados en los últimos reductos del ISIS en Siria.
Transcurridos casi cinco años desde su irrupción violenta en el tercio norte de Irak, tras haber ocupado el tercio oriental de Siria aprovechando el caos de la guerra civil, los últimos miembros de esta organización, unos 800, se encuentran bajo la custodia de las Fuerzas Democráticas Sirias a la espera de ser llevados ante los tribunales y darles un castigo ejemplar. En teoría, trasladarlos a sus países de origen no debería de ofrecer más complicaciones que las de seguridad, sin embargo, muchos de estos yihadistas no son europeos y, por lo tanto, son responsabilidad de sus países de origen. Países que niegan su existencia o rechazan extraditarlos.
Dejarlos en Siria no es una opción porque, ni las Fuerzas Democráticas Sirias ni el Gobierno de Bashar al Asad tienen medios ni garantías para un juicio justo y, por otra parte, ¿qué pasa con sus familias? Trump, sin duda, ha puesto el dedo en la llaga.
Pasados cinco años, unos 800 miembros del ISIS están bajo la custodia de las Fuerzas Democráticas Sirias a la espera de ser juzgados