Para ordenar un territorio, como en casi todo en la vida hay que empezar por el principio. ¿Y cuál es el principio?, pues el agua, el suelo, la flora, la fauna…es decir, los recursos naturales. Hay una ley que tiene nombre de película de adultos que es el PORNA, plan de ordenación de los recursos naturales. Que es la ley marco sobre la que debe ordenarse el territorio asturiano. Esa ley es del año 1994 y como ya llovió un poco desde entonces y Asturias es un «poco» diferente que hace 25 años (imagínate, no había WhatsApp), el principio sería actualizar ese plan y pensar realmente qué Asturias queremos. Qué carga de población queremos, qué carga de ganado podemos admitir, qué pasa con nuestra masa forestal, con los espacios naturales. En definitiva, entender dónde vivimos, cómo es nuestro paraíso natural y qué debemos hacer para que esa frase no sea propaganda vacía.
Después del PORNA hay otros instrumentos que tiene un nombre muy aburrido, Directrices de ordenación del territorio, que también están obsoletas y necesitan ser actualizadas.
Si ya tenemos ordenado todo eso y ya sabemos cómo cuidar nuestro paraíso y qué cosas podemos hacer dentro de él sin cargárnoslo o sin que la próxima riada se lleve por delante medio país, lo siguiente es ordenar cómo nos movemos. ¿De verdad necesitamos el AVE a Gijón? ¿Qué necesidades de movilidad tiene un señor que vive en Peñamellera Alta y cómo estamos atendiendo esas necesidades desde lo público? Eso se consigue con un plan de movilidad para toda Asturias, que atienda con criterios de eficiencia el transporte rural, que deje de dar bandazos electorales y que realmente revise nuestras necesidades y los recursos necesarios para satisfacerlos.
Y entonces ya viene cómo nos organizamos para gestionar este territorio. Asturias tiene 78 concejos. No son muchos comparados con Castilla. Salamanca o Burgos superan con creces los 300 municipios, cada una de las provincias. Aun así, hay cosas que se pueden hacer para reducir ese número. Gestionar un concejo moderno es complejo, si a eso añadimos el despoblamiento, podemos pensar si sería positivo que las dos Peñamelleras, o los tres Oscos, o San Martín del Rey Aurelio y Langreo se fusionen.
Para ayuntamientos que no quieren fusionarse, pero tienen intereses comunes se inventaron las mancomunidades. Problema, son poco transparentes, funcionamiento poco democrático, escenario de lucha partidista y algunas particularmente ineficaces. Es un instrumento para revisar y revitalizar.
Después de todo eso, podemos revisar cómo coordinarse los concejos del área central, quizá creando un nuevo ente, aunque sería bueno huir de los entes como de la peste, tienen un nombre que parece un simpático extraterrestre, pero normalmente son un sumidero de energía y dinero que no suele servir para mucho.
Ya sé que esto es más aburrido que insultarse todos los días enarbolando una bandera. La diferencia es que esto nos ayuda a vivir y lo otro es un juego peligroso que puede acabar muy mal. Por eso es importante que debatamos sobre el área central, con todas las discrepancias y matices que queramos, porque nos va la vida en ello. Conseguir que la política sea trabajo y no teatro y que el dinero publico se reinvierta en la sociedad tiene que ser nuestro objetivo.