La imposible mediación leal del PNV

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

01 mar 2019 . Actualizado a las 07:53 h.

Algún día, alguien tendrá que explicar por qué un partido como el PNV, nacido con la vocación de acabar con la nación española, se ha convertido en el perejil de todas las salsas políticas que se han cocido en España desde la transición. Es incomprensible que una formación que ha reconocido que se aprovechaba políticamente de la violencia de ETA para conseguir sus fines -recuerden aquello que dijo el ayer fallecido Xabier Arzalluz: «Unos sacuden el árbol y otros recogen las nueces»-, y que hizo siempre de la deslealtad y del tirar la piedra y esconder la mano su manual de actuación, haya gozado y goce todavía de prestigio y credibilidad como partido de Estado.

El PNV, el mismo que después de obtener en la Transición -en una negociación tramposa que protagonizó el propio Arzalluz- concesiones en el articulado de la Constitución que están en el origen de muchos de los problemas que padece ahora España, y que una vez logradas se negó a refrendar la Carta Magna, lleva décadas haciendo y deshaciendo gobiernos a cambio de prebendas y de convertir a los vascos en privilegiados respecto al resto de españoles.

Todos los que confiaron en el PNV fueron traicionados algún día. Lo sabe bien el PSOE, que le entregó en 1986 la presidencia del País Vasco pese a ser el partido con más escaños, y lo saben bien Aznar, que pactó con Arzalluz y se creyó los elogios que este le dedicó, o Rajoy, que después de pagar a precio de oro su apoyo a los Presupuestos vio como el PNV votaba días después a favor de su destitución a cambio de mayores canonjías de Pedro Sánchez. Conociendo esa larga historia de deslealtad del PNV, es incomprensible que Rajoy y Sáenz de Santamaría se dejaran enredar por Íñigo Urkullu en el momento crítico del desafío independentista. Hay llamadas de teléfono que conviene no coger y citas que conviene rechazar, porque se sabe que nada bueno surgirá de ellas. Y, por ello, en el pecado de confiar en Urkullu lleva Rajoy la penitencia. De la declaración del lendakari en el juicio del procés quedó claro que fue él quien se ofreció, a instancias de Puigdemont, como «facilitador». Pero pretender que Urkullu mediara de forma neutral entre el Estado español y el secesionismo es como poner al presidente del F.C. Barcelona a arbitrar un Barça-Madrid. Los fines del PNV son los mismos que los del independentismo catalán. Aprovechar la ley española para todo lo que les conviene y rechazarla cuando no les da la razón.

Por eso, de todo lo que se escuchó en el juicio, la frase más relevante la pronunció para mí el presidente del tribunal, Manuel Marchena, cuando, al concluir sus declaraciones, se dirigió al soberanista vasco Íñigo Urkullu y al independentista catalán Gabriel Rufián y les dijo lo siguiente: «Recoja su carné de identidad». Ese documento, que acredita que ambos son españoles, es el que le permite a uno presidir una autonomía y a otro ser diputado del Congreso español, recibiendo a cambio un sustancioso sueldo al que, que yo sepa, ninguno de los dos ha renunciado por ahora.