La voz de todas y para todos

Ana Pastor TRIBUNA

OPINIÓN

08 mar 2019 . Actualizado a las 12:36 h.

En la última sesión del pleno de la XII legislatura, al contemplar el hemiciclo y observar que casi éramos tantas mujeres como hombres las que estábamos sentadas en los escaños del Congreso, recordé una magnífica pintura obra del autor palentino Asterio Mañanós que fue realizada en 1908 y que está colgada en el despacho de la Presidencia. En ella, tal y como le conté a sus señorías, se observa una sesión plenaria en que solo había mujeres en la tribuna de invitadas. Pensé también el privilegio de haber ocupado la presidencia de la Cámara y además ser la segunda mujer que lo hace en la historia de mi país. Y me emocioné.

Y es que es en esta Cámara donde se han producido los verdaderos avances en la igualdad de mujeres y hombres, y no fruto del azar, de la bondad o de la generosidad de nadie. Sino que gracias a la Constitución del 78, España pasa a ser una nación de ciudadanos libres e iguales. Y afortunadamente ese libres e iguales es también para nosotras. Esa conquista fue una cuestión de justicia y se la debemos a aquellas mujeres y hombres constituyentes. Como es de justicia que las mujeres españolas representemos desde un escaño a nuestros conciudadanos y no seamos meras espectadoras como las que aparecen en ese cuadro.

Qué razón tenía Concepción Arenal cuando decía que en ocasiones nos consideramos buenos y generosos, cuando no hemos sido más que justos. Así es, es una cuestión de justicia que entre todos hemos logrado.

La participación y contribución de la mujer en el progreso de nuestro país a lo largo de estos 40 años ha sido fundamental. Especialmente en el avance de los derechos de las mujeres. Antes de la promulgación de nuestra Constitución existía una desigualdad jurídica que se traducía en una dependencia lacerante de las mujeres respecto de los hombres en todos los órdenes de la vida. Y nos sometía a una tutela que no se podía tolerar. Y es muy positivo que esto se sepa y se recuerde; sobre todo para que las generaciones más jóvenes entiendan que la Constitución implicó no solo las cristalización de nuestras aspiraciones de libertad como nación, sino también un gran avance hacia la consecución de una sociedad más justa e igualitaria.

María Teresa Revilla, la única diputada mujer que formaba parte de la Comisión de Asuntos Constitucionales en la legislatura constituyente, dijo: «En este artículo [el 14 de la Constitución] la mujer adquiere por fin la plenitud de derechos. Es verdad que la votación ha sido unánime, sin disidencias como estaba reclamando la sociedad. Pero las mujeres no vamos a dar las gracias por ello. Tampoco vamos a mirar al pasado con amargura o con rencor. Ahora buscamos el futuro. Y en ese futuro queremos simplemente poder ser, para ser lo que podamos».

A lo largo de estos 40 años hemos avanzado mucho en la consecución de la igualdad. Pero debemos también ser conscientes de que queda mucho trabajo por hacer; de que existe todavía una gran brecha entre la igualdad legal y la igualdad real. Me refiero a reivindicaciones tan acuciantes como la reducción de la brecha laboral, de la brecha salarial, la brecha en materia de pensiones… por no hablar de la cuantía de las pensiones de las viudas, la eliminación de prejuicios y estereotipos machistas, políticas realmente efectivas para conciliar la vida laboral, familiar y personal de mujeres y hombres, dotar de todas las oportunidades educativas para que las mujeres puedan tener la mejor formación… Y, sobre todo, la obligación de combatir la violencia contra las mujeres. Esa es una herida abierta y cada vez que una mujer es asesinada o maltratada, nuestra sociedad queda marcada de forma indeleble. Quisiera recordar a las 976 mujeres asesinadas a manos de sus parejas o ex parejas desde el 1 de enero del 2003.

Y, cómo no, que no nos debemos de mirar al ombligo y hablar de las mujeres políticas cuando de lo que verdaderamente hay que preocuparse es de trabajar por tantas mujeres anónimas que padecen algún tipo de discriminación, que se encuentran en situación de vulnerabilidad, que tienen dificultad para acceder al mercado laboral... Ellas son las verdaderas protagonistas de ese objetivo irrenunciable que es la efectiva y real igualdad entre mujeres y hombres. Y es a todas ellas a las que no debemos fallar. Tenemos que avanzar todos juntos, mujeres y hombres. Al feminismo no se le deben poner etiquetas, el feminismo en el que creo no debe atender nunca a razones ideológicas, por respeto a las mujeres de nuestro país.

Mujeres que encarnan ese espíritu de libertad al que se refería Simone de Beauvoir: «Que nada nos defina, que nada nos sujete. Que sea la libertad nuestra propia sustancia».

Por eso me sumo a todas las mujeres españolas en este día y, al mismo tiempo, pido respeto para que cada una de nosotras pueda celebrarlo como elija, con su propia voz y sin aceptar que nadie se arrogue el monopolio de hablar por todas, con visiones excluyentes e impuestas con voluntad de dividir.

Porque el mayor de nuestros logros en estos 40 años de nuestra Constitución es que nadie puede embargar la palabra de nadie, ni arrogarse la verdad de lo que somos y de lo que merecemos ser. Y quien recuerde de verdad lo mucho que nos ha costado llegar a esta parte del camino, sabrá que la celebración del Día Internacional de la Mujer no habla de partidos. Es la causa de la libertad.

Feliz Día Internacional de la Mujer a todas las gallegas y a todas las españolas.