Fin del cuento del referendo y el lobo

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

Tribunal Supremo

10 mar 2019 . Actualizado a las 09:43 h.

En uso los acusados del derecho constitucional a no declarar contra sí mismos (o sea, a mentir) y cumpliendo sus abogados la misión para la que fueron contratados, en los primeros días del proceso al procés asistimos a una farsa destinada a justificar un embuste formidable: que, ni antes del referendo ilegal de 1 de octubre de 2017, ni el día de la votación, prohibida por orden judicial, hubo más violencia que la brutalmente provocada por la Guardia Civil y la Policía Nacional frente a gentes pacíficas que solo querían ejercer un derecho democrático.

Contra lo que cabía esperar, dada la importancia entonces de sus cargos, las declaraciones de Rajoy y Sáenz de Santamaría fueron decepcionantes y la de Zoido absolutamente vergonzosa. Sus titubeos, silencios increíbles y afirmaciones de asombrosa vaguedad ayudaron muy poco a desmontar el cuento del referendo y el lobo que pretende convertir en víctimas de un Estado represor a quienes están acusados de gravísimos delitos.

Ah, pero en esto llegó el desembarco de Normandía, si me permiten la metáfora. El primero en saltar a la playa, José Antonio Nieto, exsecretario de Seguridad, hizo volar por los aires el búnker que protegía a los acusados, bien defendido por sus peleones abogados: durante cuatro horas Nieto argumentó con contundencia que, tanto antes del referendo como el 1 de octubre, hubo numerosos actos organizados de violencia por parte de quienes apoyaban la consulta; que los responsables de ellos no fueron otros que sus convocantes, todos conocedores de que la violencia podía desatarse dada la ilegalidad de la consulta y la prohibición judicial de que llegase a celebrarse; que los Mossos no habían cumplido su deber, sino todo lo contrario; y que la Guardia Civil y la Policía Nacional, abandonadas por una policía autonómica que las traicionó, utilizaron «la fuerza mínima imprescindible» para hacer frente no a votantes indefensos sino a grupos bien organizados para conseguir que la consulta ilegal se celebrase.

Esa nueva versión de lo ocurrido en Cataluña, que se ajusta a lo que todos vimos esos días en la televisión (salvo en TV3) y leímos en la prensa, fue luego ampliada en sus detalles por sucesivos testigos, que dejaron hecha añicos la fabulación secesionista. Así, entre otros, el exdelegado del Gobierno en Cataluña nos ilustró sobre utilidades del Fairy de las que no teníamos noticia; el coronel de la Guardia Civil que coordinó el dispositivo policial el 1-O insistió en que los Mossos trabajaron a favor del referendo y no en contra; la funcionaria judicial atrapada en la Consejería de Economía el 20 de septiembre describió su terror en una jornada que los independentistas describen como una fiesta con música y merienda; y el jefe de la Comisaria General de Información de la policía autonómica confirmó que Puigdemont insistió en celebrar la consulta aun sabiendo que podría acabar en graves actos de violencia.

Será, al fin, el Tribunal el que tendrá que juzgar qué versión de los hechos se ajusta a lo sucedido en Cataluña. Pero no parece que tal decisión, visto lo visto, sea demasiado complicada.