El socialismo de Sánchez

OPINIÓN

11 mar 2019 . Actualizado a las 08:34 h.

Cada vez que Pedro Sánchez habla en nombre de todo el PSOE, me pregunto si aún considera incluidas en estas siglas a socialistas como Felipe González o Alfonso Guerra, políticos que con tanta lucidez y claridad se han expresado últimamente, en abierta discrepancia con el actual presidente. A veces uno percibe a Sánchez como el propietario de otro PSOE que en algún momento se hubiera desconectado del que nos gobernó en el pasado. Y lo peor de concebirlo así es que no sabemos adónde quiere ir. 

Creo que Pedro Sánchez ha aprendido una dura lección en este proceso, en el que ha probado la rigidez de sus propios límites. Se inventó un Puigdemont y un Torra que no existen como entes reales de diálogo político en España y confió en la acción del tiempo sobre la propia realidad. Pero Torra, Puigdemont y demás independentistas catalanes solo están disponibles para negociar lo suyo, es decir, la independencia de Cataluña, algo que ni Sánchez ni su avanzadilla de teóricos han podido asumir, no solo porque los limiten unos principios, sino por el precio que el PSOE tendría que pagar.

Así, el socialismo de Sánchez se ha ido internando en un bosque cada vez más espeso y oscuro, convencido de que, antes o después, puede saltar la liebre de un acuerdo con los independentistas que quepa con calzador en la Constitución española. Una esperanza ciertamente difícil de apuntalar, pero que está ahí, pintarrajeando un horizonte incierto, todavía muy tenebroso, pero que se supone moldeable o adaptable.

¿En qué confía Sánchez? En el paso del tiempo. ¿En que confían los idólatras del independentismo? También en el paso del tiempo. Y esta es la grande -y la única- coincidencia que han constatado ya y que siguen constatando ambos bandos. Dicho de otro modo, es el único acuerdo real que, aun siendo imposible, ha encontrado las palabras adecuadas para formularse. Y ahora, a esperar. Porque vienen nuevos tiempos y nadie conoce sus proporciones en los votos ni en las parcelas de futuros Gobiernos.

De momento, Sánchez sigue buscando la piedra filosofal que permita un encaje satisfactorio para todos. Pero ese «todos» no existe hoy como vocación de un acuerdo general en España. Y no existe porque los independentistas catalanes no lo aceptan. ¿Qué parte no ha entendido el líder socialista?