01 abr 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

«Es un aparcamiento cojonudo, pero como plaza deja mucho que desear. Por muy mal que estuviese, era mejor lo de antes», dice un vecino de Tito Bustillo que todas las mañanas levanta sus persianas y ve la Losa. «Todo mal, todo mal. Tanta obra y tanto lío para esto», apostilla un hostelero de la zona.

Con tres meses de retraso, tras una obra plagada de imprevistos y a un día de prohibirse la inauguración por la Junta Electoral pudimos ver la nueva cara de la Plaza de Los Ferroviarios. Y el resultado no puede ser peor. Recordad que la rehabilitación de La Losa fue la obra más ambiciosa y la mayor inversión del tripartito. Con un coste de 1,3 millones de euros, dicen haber solucionado el problema de las filtraciones a la estación de Renfe: han eliminado la fuente y sustituido el pavimento adoquinado por una capa especial de mortero. Esperemos que sea así, aunque quién sabe.

La verdad es que lo que han hecho con La Losa es algo atroz, la obra no puede estar peor ejecutada. Unos pocos bancos horribles e incómodos; ni una sola zona de sombra; infinidad de grietas; siguen los charcos cuando llueve; todo rematado de forma chabacana, en especial la zona colindante con el hotel y el supermercado. La imagen general de la obra una vez finalizada muestra un aspecto sucio, ajado. Como bien apuntó un vecino, un parking más que una de las principales plazas de la ciudad. Es una falta absoluta de gusto y urbanismo. Los responsables de este despropósito no sólo deberían abandonar la política, sino ser obligados a contemplar y recorrer La Losa de Renfe todos los días del resto su vida: el horror.

La Plaza de los Ferroviarios no puede parecerse más a la  forma que ha tenido el Ayuntamiento de hacer y gobernar durante esta legislatura, juzguen ustedes mismos. “Vale que Gabino nos empufara, pero dejó esto bonito. Juan, un anciano que pasea todas las mañanas de un extremo a otro de La Losa insiste: «Pasamos de estar entre vías, ratas y bardón a tener algo guapísimo. Y, ahora, gastan ese dinero para esta purria». Hemos pasado de las «gabinotrampas» a las «charcas», y todo por el módico precio de 1,3 millones de euros. Eso sí, para la inauguración, unos y otros, han ido a sacarse la foto.