A pesar de Vox, España sigue siendo diferente

OPINIÓN

02 abr 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

La irrupción de Vox se ha visto como la prueba del fin de la excepción española. Aunque tarde, España se habría incorporado a la ola ultraconservadora que se extiende por el mundo. Sin embargo, persisten diferencias notables con los países europeos y americanos en los que la extrema derecha se ha convertido en una fuerza electoral temible. El principal es la práctica ausencia de trasvase de votos desde la izquierda al populismo reaccionario. Todas las encuestas indican que es estadísticamente despreciable, eso explica que el electorado siga dividido en dos bloques equilibrados y que el resultado de las elecciones sea incierto. También que, a diferencia de lo que sucede en la mayor parte de Europa, salvo en Portugal, la socialdemocracia sea favorita en las encuestas.

Vox se nutre de antiguos votantes del PP y de Ciudadanos, un partido que siempre intentó un extraño equilibrio entre definirse como liberal, en el buen sentido del término, o incluso socialdemócrata, y ganarse las simpatías de Jiménez Losantos y otros libelistas radicales. Los de Abascal recibieron su impulso del descrédito del PP por la corrupción y del conflicto catalán, su éxito se deriva de que lograron sacar de las filas populares a la derecha radical, siempre nostálgica del franquismo, que Fraga y Aznar habían logrado enhebrar con los restos más conservadores de la antigua UCD y mantener dentro de un partido heterogéneo, pero unido por el rechazo a la izquierda. Junto a la corrupción y el descontento por una crisis económica que también afectó a las clases medias, han influido notablemente el rechazo al independentismo catalán y la exaltación nacionalista que populares y naranjas habían promovido previamente.

No ha habido, al menos hasta ahora, un trasvase de voto obrero o de apoyo en zonas de tradición de izquierdas hacia la extrema derecha. Quizá la excepción pueda ser Cataluña, debido al conflicto nacionalista, pero el voto del PSC se fue a Ciudadanos y es probable que ahora recupere parte, no parece que Vox tenga allí grandes expectativas. No es extraño, las recetas de Vox sobre las relaciones laborales, la sanidad, la educación, los salarios o las pensiones son más antisociales que las del PP, puro liberalismo pinochetista. Es difícil que con señoritos, militares, antiguos miembros de partidas de la porra, exdirigentes del PP y un programa económico neoliberal atraiga a las clases populares. En el siglo XXI, los toros, las procesiones, la caza, la copla y las glorias de la historia patria no parecen suficientes para compensar lo anterior y engatusarlas.

Hay otra diferencia importante en el caso español y es la inclinación de la derecha tradicional y el sedicente centro a crear un cordón sanitario contra la socialdemocracia, mientras hacen guiños a los extremistas. Eso beneficia al PSOE, que aparece como la única fuerza moderada, pero, a diferencia de Alemania o Francia, acrecienta el peligro de un gobierno derechista radical.

El PSOE también se ve favorecido por la inestabilidad de Podemos e IU y la multiplicación de pequeñas candidaturas de izquierda alternativas. Lo malo es que hay un voto de izquierda que difícilmente irá a los socialistas, pero, descorazonado, puede quedarse en casa y facilitar el triunfo de las derechas. Unidas Podemos debería hacer un esfuerzo por incluir y olvidarse de personalismos y de querellas sectarias, pero también por ofrecer la imagen de una coalición que puede gobernar. Hay deseo de mejoras sociales, pero también miedo a otra crisis. Nadie olvida lo que sucedió con Syriza. Su propuesta debe ser claramente distinta a la del PSOE, pero también flexible y creíble, debe inspirar confianza, si no nunca será una verdadera alternativa de gobierno.

Nos jugamos mucho el 28 de abril, incluso un cambio de régimen político. Es muy improbable que una coalición derechista tenga apoyos suficientes como para cambiar la Constitución, pero Polonia y Hungría han mostrado como con el control de los tribunales Constitucional y Supremo y el Consejo del poder judicial se puede modificar de facto lo que no se logra de jure. Si a eso se suma la televisión pública y la presión sobre los medios de comunicación privados, ya cuentan con el apoyo incondicional de muchos, es fácil suponer cuál será el resultado.

Ayer, 1 de abril, a diferencia de lo ocurrido en Brasil, no se conmemoró en España el día de la victoria, aunque algún periódico derechista clamó porque TVE, desairando a Franco, emita películas de Martín Patino, esperemos que el año que viene tampoco se celebre.