Un «voyeur» en la casa de Pablo

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

09 abr 2019 . Actualizado a las 08:33 h.

Decidme: ¿puede haber una cámara de vigilancia o seguridad más tentadora que la instalada por la Guardia Civil en el chalé de Pablo Iglesias e Irene Montero? Hombre, sí: una en La Zarzuela tampoco estaría mal. Y si fuese verdad que el Ibex es un ente que todo lo controla, daría mucho de sí. Y otra para captar las veces que Pablo Iglesias visita la Moncloa daría para engrandecer los archivos de Villarejo. Pero el morbo, lo que se dice el morbo, está en hacer de voyeur en la entrada de la casa de Irene y Pablo. Sobre todo, si la cámara fue instalada por la Guardia Civil, lo cual añade el atractivo de burlar a la autoridad competente. Si además dejase ver que una tarde entran Albert Rivera y Malú con un paquetito de pasteles, el espectáculo sería glorioso.

 Así que tenía que ocurrir. Había que piratear esa cámara. El ingenio de los hackers se centró en cómo hacerlo, lo lograron y aquello que la Guardia Civil consideraba su secreto mejor guardado se estuvo viendo durante tiempo indefinido en una web de acceso libre. La sospecha de que todo se manejaba desde un servidor de Singapur le da el toque exótico y confirma lo pequeño que es el mundo. Debo confesar y confieso que si yo no pasé horas viendo las imágenes robadas fue porque no sabía que existiesen. Si lo supiera, habría convertido esa web en fuente informativa, aunque fuese para anotar la desconocida gente que visita el hogar de los Iglesias-Montero. Y no me chivaría a la Guardia Civil ni a Grande-Marlaska, porque me quedaría sin el espectáculo, que es lo que ocurrió al final. Pragmatismo ante todo.

Quien haya hecho eso no parece haber descubierto grandes exclusivas, pero le echó una mano a Podemos en su campaña electoral. Ni efectuado a propósito, porque ese partido basa su mensaje en la lucha contra las cloacas del Estado, con sede supuesta en el ministerio del Interior. Y, claro, le faltó tiempo para decir que esa es la prueba: no se pirateó la cámara de una empresa privada de seguridad; se fue a piratear precisamente una de la Guardia Civil, ¡otra cloaca que hay que desmontar y limpiar! «Algo pasa en Interior», dijo después un tertuliano de Al rojo vivo, porque hay que dar trascendencia a la cosa.

Menos mal que las imágenes hackeadas no contenían indiscreciones poco confesables, sino que, hasta donde sabemos, solo mostraban la paz de una residencia en una urbanización alejada del mundanal ruido. Al final, todo se queda, eso espero, en intimidad burlada y en lo fácil que resulta burlarla. Pero «ave que vuela, a la cazuela», dicen los candidatos en cuanto les dan la menor oportunidad. Y esta temporada las aves que vuelan sobre Podemos se llaman cloacas. Sobre todo, si son cámaras de la Guardia Civil.